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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los libros

Hoy, Día o Fiesta del Libro, que los madrileños celebramos a la sombra irónica de Cervantes (muy bien revisitado por Cela para televisión, contra lo que digan los eruditos pedáneos), y que los barceloneses conmemoran (he pasado allí, tantos años, este día, ay), entre el Saint Jordi del catalanismo, el dragón del centralismo y la rosa del culturalismo, hoy, digo, me llega un libro magistral del maestro Laín Entralgo donde hace el retrato de cien españoles y pico, condescendiendo así a una suerte de periodismo ilustrísimo ahora que el periodismo (nuevo) quiere ser literatura, con o sin carné.¿Están los libros al día, en España, en el Día del Libro? Pasado el envión de los libros políticos o manuales urgentes para la democracia, lo que más se vende ahora es una suerte de libro retropolítico, como esa amistad Lorca/Dalí, revisitada por mi muy querida Antonina Rodrigo, a cuyo admirable estudio sólo le falta o sobra el haber querido reducir las cosas a un bueno y un malo. El bueno es Lorca y el malo, claro está, Dalí, Antonina, amor, creo que ni el propio e impar Federico habría sido tan definitivo como tú contra su gran amigo Salvador Dalí. El español, en fin, quiere conocer la Historia de España, más allá de los textos pilaristas o las pseudohistorias alucinógenas, de modo que se vende mucho Tuñón de Lara (política), Francisco Rico (literatura) y, luego, toda esta suerte de intrahistoria menor en la que caben libros como el de Antonina sobre Lorca y Dalí. Estaaros descubriendo algo tan sencillo y enorme como nuestra propia Historia.

El monstruo de ventas, el ogro de cuento que sigue contando sus propios cuentos a los lectores es, naturalmente, la novela, género antiguo como la infancia de la humanidad y nuevo como la prosa de Tom Wolfe.

Pero los yanquis -concretamente, los manhattanistas-, que, queramos o no, siguen yendo por delante en toda clase de experimentaciones creadoras, han descubierto hace diez o quince años que la realidad pasada por la literatura hace mejor cuerpo, mejor cocina, tiene más empaste y textura que la realidad neutra de los teletipos o la cultura culturalista de los cultos y para los cultísimos. De ahí nace la no/fiction, que estaba ya en Miller y los beats y que sigue muy viva en los últimos libros de Capote, Mailer, Talese o el citado Wolfe, como puede comprobar el lector de castellano en las últimas traducciones, pues ahora en España se traduce mucho y en seguida (otro fruto democrático que aportar a quienes desconfian de los frutos de la democracia). Durante los 40/40 aquí, el único San Sebastián que traducía y se exponía a las ballestas de la censura era Carlos Barral, que nos educó a todos los niños de derechas y de izquierdas: Ministerio de Cultura que llevaba él solo, como alternativa al Ministerio de Arias-Salgado/Fraga, y cruz que luego la democracia le ha pagado dejándole en la mismísima rue. La no/fiction, incluso en el ensayo (Susan Sontag escribiendo sobre su propio cáncer de pecho) es lo que canibaliza hoy el público del mundo, y por supuesto el español, siempre que la no/fiction contenga la suficiente dosis de ficción, o sea de calidad, o sea de literatura. Entre la informática paliza y la dramática decimonónica, incluso nuestro público lector se ha salvado en un género nuevo, ambiguo, anfibio, ambidextro, que es la realidad contada como una novela o la novela de la realidad.

Las novelas político/ policiacas de Vázquez Montalbán, en pura exigencia literaria, y las retronovelas retrofranquistas de Vizcaíno-Casas (al margen de toda exigencia y toda literatura) son las dos puntas del gran fenómeno actual de la venta de libros. El lector español de ahora mismo quiere la realidad recordada, o sea (y perdón por las etimologías, san Isidoro, paisano leonés), pasada por el corazón. Porque lo que vende, siempre, es un corazón, aunque sea en rústica.

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