_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La Prensa y el terrorismo

La lucha contra el terrorismo, que en muchos países se plasma principalmente en un perfeccionamiento de las técnicas policiales y en la sanción contundente a las prácticas antisociales o golpistas, en este bendito país nuestro, tan formalista siempre, comienza contumazmente con una montaña de papel oficial y un alud legislativo. Entre la disyuntiva entre el verbo y la acción, a pesar de que Goethe y Carlyle se inclinaran por lo segundo, nuestros gobernantes escogen la palabra, y en bastantes casos su verbo se convierte en verborrea de la peor clase. Parece como si el papel, bendito y oficial, lo emplearan, al igual que los orientales, para exorcizar a los hechos en lugar de enfrentarse a ellos. Porque no son leyes para defender la Constitución y la democracia las que hacen falta, sino decidida voluntad de hacer cumplir las que existían. Al más lerdo se le trasluce que, de haberse aplicado a rajatabla la legislación militar y civil en uso hace un par de años, el protagonista de la operación Galaxia no hubiera pasado de ser un inofensivo nasciturus, en lugar de transformarse en un energúmeno charolado y con bigotes. Si a las leyes que entonces teníamos y que no se aplicaron se les unen ahora otras tantas, también de dudosa o parcial aplicación, más vale empezar a buscar el medio de nacionalizarse en Andorra.Todas estas medidas represivas que nuestros gobernantes se han sacado de las mangas de sus chaqués -¿o de las bocamangas de sus uniformes?-, por las que la Prensa vuelve a ser canallesca y chivo expiatorio de la existencia del terrorismo, nos produce la onírica sensación de revivir algo que creíamos periclitado para siempre. Es ese déjà vu de los franceses que nos traslada a las pesadillas del pasado. Se empieza por unas pequeñas disposiciones «para defender la Constitución», se pasa fácilmente a un nuevo artículo 2º, y a poco, se ve volar por los aires a un periódico -tal fue el caso de Madrid- víctima de la dinamita material de las inmobiliarias y de la ideología de un ministro de Información y Turismo. Y que no se nos hable de que el alto fin de lograr la paz y la convivencia democrática justifi-

Pasa a página 12

Viene de página 11

can tales medios. Como decía Gandhi, "el fin está en los medios, como la planta en su semilla", y con procedimientos viciados, por tanto, no es fácil obtener resultados estimables.

Creo que a nadie se le oculta la ironía de la presente situación. Un Parlamento, en el que seguramente hay una gran mayoría partidaria de la libertad de expresión, acuerda casi por unanimidad ponerla en cuarentena, mientras dos diputados, situados en los extremos del arco político, y cuyas respectivas ideologías abolirían todas las libertades en caso de triunfar algún día, cantan loores a la Constitución y la consideran perfecta e intocable. Y si descendemos a los medios informativos Egin y El Alcázar, punto de mira de las inmisericordes armas legales, pasa tres cuartos de lo mismo. Siendo, como son, simples coberturas periodísticas de dos opciones políticas a las que sólo les interesa su propia versión de la libertad de expresión, ahora descubren súbitamente las excelencias de la libre información.

Y, efectivamente, no tenemos más remedio que darles la razón, por simple respeto a nuestras convicciones democráticas. Debemos oponernos a todo intento de mediatizar o cohibir la libertad de expresión, aun favoreciendo así a los que van a utilizar esta libertad para combatirla. Esta es la grandeza y la servidumbre de la democracia.

Así las cosas, cuando se me preguntó si refrendaría con mi firma una protesta. preventiva ante el posible cierre del diario vasco Egin contesté afirmativamente, pero haciendo algunas puntualizaciones. Firmaba no precisamente por las razones que luego exhibía el anuncio publicado en EL PAIS de 31 del pasado mes de marzo. Esa forma de verdad, que según expresión del mismo podría estar implícita en Egin, no era la mía. Si hubiera muchas formas de la verdad, cosa que dudo, al menos la que yo suscribo no exige asesinar periodistas o secuestrar a contrincantes políticos. Creo que en estos aspectos no caben verdades distintas o parciales. Si firmaba contra el intento de acallar una voz informativa era por respeto a una libertad de expresión que ha de sentirse y defenderse de forma global y sin matizaciones. Y también porque el cierre de un periódico recuerda demasiado, por su irrevocabilidad, a la pena de muerte que siempre hemos combatido. Existen medios sancionadores y coercitivos en nuestro actual ordenamiento penal sin tener que recurrir a la creación de inconcretas figuras delictivas que acabarán ineluctablemente pareciéndose al famoso artículo 2º de la fenecida ley de Prensa.

Llevada la cuestión hasta este punto uno se hace, finalmente, algunas consideraciones. Una es que incitar al golpe de Estado, con sus mortíferas secuelas subsiguientes, es bastante más grave que hacer apología del terrorismo. Por ello, no se explica uno bien por qué las iras de la ley no parecen recaer por ahora sino sobre el diario Egin. Otra, que en el caso de que este mismo peligro se cierna sobre El Alcázar -y yo firmaría también contra ello-, si los mismos que promocionaron la colecta de firmas contra el cierre de Egin actuarían en la misma forma, noble e imparcial, contra el de aquél. Lo contrario sería sacar un ojo por encima de la venda de la justicia y trucar las pesas de su balanza.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_