Bodmer y Colom interpretan a De Pablo y Stravinski
En el ciclo de cámara y polifonía no es la primera vez que escuchamos obras ya añosas de compositores en plena forma creadora hoy. Es el caso de las Sinfonías para 17 metales, de Luis de Pablo, obra que se origina en los años cincuenta y sufre sustanciales revisiones en 1963, para adquirir su aspecto definitivo en 1966.Estas miradas hacia el inmediato ayer -tan cultivadas en otros países de vida musical más coherente que la nuestra- resultan interesantísimas por cuanto ayudan a comprender mejor la postura estética actual del autor en cuestión y porque revelan al público, de la única manera posible, el proceso evolutivo de los creadores del presente.
En unos casos nos encontramos ante obras casi académicas que hacen que nos parezcan extrañas las reacciones intolerantes del público de entonces -que, en cierta proporción, coincide con el de ahora-; en otros, como en la obra que nos ocupa, observamos cómo la capacidad agresiva de ciertas composiciones juveniles de etapas anteriores sigue intacta.
Sinfonías (De Pablo), Concierto (Stravinski) y Serenata op
44 (Dvorak). Josep Colo, piano. Grupo de viento de la ONE.Director: Jaime Bodmer. Teatro Real, 31 de marzo de 1981
En efecto, Sinfonías esobra del De Pablo más acerado, menos complaciente, y resulta de gran interés compaginar ahora las sensaciones de violencia expresiva, de lenguaje que no elude posibles cargas hirientes, con las puramente musicales: éstas nos llevan a ver en Sinfonías a un compositor que tenía más claro el qué decir, el cómo decirlo que el cauce formal a emplear para ello, que resulta un poco titubeante quizá como consecuencia de ser esta una composición «rehecha». En definitiva, siendo las Sinfonías una obra a tener en cuenta entre las que mejor podrían representar a nuestra música joven en el centro de los años sesenta, resultan obvios los progresos de De Pablo en el terreno formal, así como la evolución de su lenguaje hacia modos más serenos y hacia sones en los que no se evitan, sino todo lo contrario, inmediatas sensaciones de belleza tímbrica. La obra fue muy bien expuesta por Bodiner y los profesores de la ONE, quienes cerrarían el concierto con una versión correcta de la Serenata op. 44, de Dvorak.
En el centro pudimos admirar la excelente labor solista de Josep Colom en el Concierto para piano y orquesta de viento, de Stravinski. Colom mostró su gran clase de concertista en una versión en la que no sabemos si aplaudir más el nervio y la precisión con que fueron marcados los ritmos y acentos de los endiablados movimientos extremos, o el ambiente expresivo, como de moderno nocturno, que logró en los pasajes más serenos del Largo central.
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