Matrimonio y capricho
Quien más juricidad ha desplegado sobre el matrimonio no ha sido San Pablo, Napoleón, Herrero de Miñón, ni siquiera Francisco Femández-Ordóñez. Quien más y mejor juricidad generó sobre el matrimonio fue Oscar Wilde:-La diferencia entre un 'gran amor y un capricho es que el capricho dura toda la vida.
Siempre se había legislado sobre el -matrimonio legal, oficial, codificial. La gran originalidad de Paco Ordóñez (que los demopiadosos no pueden entender) es que ha empezado a legislar sobre el capricho. Ya era hora. Los buenos matrimonios son los que están montados en un capricho, más que en un sacramento (incluyo los sacramentos civiles, que me parecen los más sacramentales). Se casa uno con Purita por un lunar de Purita y no por un rollo corintio de San Pablo a los corintios propiamente dichos. El capricho, dentro o fuera del matrimonio, es lo que engendra y mantiene una relación. Tío Oscar sabía de eso. Pero a Paco Ordóñez le han metido por medio lo del mutuo acuerdo (frase tautológica) tras un año de separación matrimonial. Es como esa espada que ponían los reyes entre los dos amantes, en el lecho. O como el tablón que ponía la santa en la cama que compartía con el santo. Anoche asistí al estreno de la película sobre Dolores Ibárruri. Contando su vida matrimonial, reconoce Dolores: «Me equivoqué». Yo parto de que el matrimonio es una equivocación con música de Mendelhsonn que hay que ir corrigiendo con el tiempo. (Corrigiendo el matrimonio y a Mendelhsonn, que era un redicho.) Ana Martínez Valls, periodista catalana, me pregunta si la «pareja transgresional», promocionada por mí en Triunfo, no será un esnobismo más:
-Pues claro que sí, Ana, amor, pero hay esnobismos que cambian el mundo.
Beatriz de Moura espera una fiesta en Pachá, donde se elegirá a la persona «más turbadoramente vestida». Me parece una brillante glorificación del capricho, que es la variante wildeana al matrimonio mendelsohnniano hasta que Tejero nos separe. Insisto: la incomprendida genialidad de mi amigo el ministro Ordóñez es que se ha atrevido a legislar a favor del capricho, cuando llevamos siglos, desde el Derecho Romano a Herrero de Miñón, legislando sobre la eternidad/ perpétuidad/intangibilidad del vínculo. Todo matrimonio se nutre y salva gracias a un capricho (sexual, gastronómico, etcétera: una vez casados no somos más que nuestro propio etcétera). Y ay del matrimonio sin caprichos. Es como un jardín sin Icona. Lo dijo también tío Oscar:
-Es más fácil matarse poi una mujer que vivir con ella.
Uno, sí, se mata por una mujer cuando se casa con ella. Mata su disponibilidad, sus libertades, sus pluralidades. Después de este sacrificio, no se le ptiede exigir, además, que viva con ella hasta que la esquela del Abc los separe. (Y a la viceversa por lo que se refiere a las jais, obvio.) Más allá de las minucias legales, que los nacionalpiadosos tornan sobrenaturales, la gracia,y ventaja de Paco, como digo, esque por fin ha tomado la defensa del capricho frente al Código, de la imaginación frente a la institución. Y esto no es erosionar el matrimonio, sino potenciar el único factor que puede mantenerle vivá y vivaz, como a todo: la fantasía. El factor de sorpresa, apertura, novedad, que la ley/Ordóñez introduce en el enlutado matrimonio español, es lo que mejor puede vivificar ese frío contrato social por el que, según Kant, «cada cónyuge adquiere el derecho a utilizar los órganos sexuales del otro». Siniestro. La posibilidad de divorcio obliga a renovar cada día la elección hecha lejanamente ante Mendellisonn y el párroco. Si todo empezó por un capricho -el lunar de Purita-, potenciemos el capricho.
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