"Las tres varas", primera medida para mejorar la fiesta
La decisión del gobernador civil de Valencia de que los presidentes hagan cumplir con todo rigor el reglamento taurino en esta plaza ha suscitado una viva polémica en lo que se refiere al tercio de varas. Durante las corridas falleras, la tónica ha sido que todos los toros recibieran el mínimo establecido de tres puyazos.
Es cierto que el reglamento admite la excepcionalidad para que el número de varas sea menor -a juicio del presidente- y de que casi todos los toros de Valencia, con el monopuyazo quedaban más que dispuestos para el cambio de tercio. Pero también es cierto que los segundos y terceros encuentros con el caballo no se hacían en regla, con lo cual el castigo quedaba en simulacro.Lo cual no quiere decir que el primer tercio se convirtiera en una pura pantomima. La medida fue acertada precisamente por el rigor con que se adoptó y sirvió de advertencia seria para futuros espectáculos. Empresa y toreros ya saben que en Valencia tienen que lidiarse toros con la suficiente fuerza para admitir el juego de una lidia normal. Si en fallas el presidente se ha limitado a imponer la prescripción técnica sobre el número de puyazos, en el futuro aplicará el reglamento para que sean devueltas al corral las reses que no los soporten.
Pero hay aquí también una consecuencia artística a la aplicación del reglamento: la necesidad de que los espadas intervengan en quites. El público, en cuanto se acostumbre a que los toros entren tres veces a los caballos, lo va a exigir y por supuesto no va a tolerar esa moda establecida por las figuras de mandar a un peón a que saque al toro del caballo. Con el giro hacia la seriedad de la plaza de Valencia, si se consolida en aquel coso (y las previsiones son que así va a ocurrir), se acabó para siempre ese robo permanente de los mejores momentos de la lidia -como son los fundamentales del primer tercio- y esa inhibición descarada de los diestros, que reducen su responsabilidad, y hasta el toreo, exclusivamente a las faenas de muleta. Esto ha producido que numerosas suertes, hasta hace pocos años habituales en el ruedo, hayan caído en desuso, y con ello la crisis de empobrecimiento artístico y de monotonía que padece el espectáculo.
Babelia
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