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VALENCIA: QUINTA CORRIDA DE FERIA

Dámaso González no levanta cabeza

ENVIADO ESPECIALDámaso González ha empezado mal la temporada. El martes le echaron un toro al corral y con los de ayer no pudo. Un torero como él, tan pundonoroso y valiente, creíamos que se apresuraría a borrar el recuerdo de la derrota ante la afición que le ha encumbrado hasta convertirle en ídolo « Pero es evidente que no ha podido. No levanta cabeza Dámaso González.

En realidad, Dámaso no levanta nunca la cabeza para torear, que la agacha, y toda su me uda persona la tumba para desconcertar a los toros, pegarles circulares, meterles en la suerte de la noria y metamorfosearlos en burros. Es sintomático: cuan do el honrado diestro albaceteño descoyunta la anatomía, se pone hecho un Adán -la pañoleta en el cogote-, aferra con la mano izquierda la chaquetilla y dice cuerpo a tierra (o si no lo dice, al menos lo hace), no hay toro que se le resista. Los obnubila. Los agilipolla, acostumbra a sentenciar cierto taurino.

Plaza de Valencia

Cuatro toros de Manolo González y segundo y quinto de Socorro Sánchez Dalp, justos de presencia y fuerza, manejables. Ricardo de Fabra: media estocada atravesada y descabello (silencio). Estocada apaso de banderillas y descabello (pitos). Dámaso González: pinchazo y estocada (silencio). Estocada caída y descabello (bronca). Niño de la Capea: media estocada muy baja y descabello (oreja). Pinchazo y media estocada muy baja (oreja)

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Pero en estas fechas le ha salido todo al revés. Los idus de marzo no son favorables a Dámaso González, que tira líneas; incapaz de obligar y aguantar en los muletazos por bajo, los saca por alto; se le van los pies cuando el toro se le viene; le quema la arena, flota por el ruedo. Y el público, que no perdona, convertido en furia lo que era idolatría, le ha dedicado una de las más sonoras y expresivas broncas que haya podido escuchar en su vida. Nunca había estado tan mal en Valencia Dámaso González.

Por el contrario, el Niño de la Capea mejoró ayer su actuación del domingo con dos nobilísimos productos de Manolo González que se dejaban hacer el toreo del bueno. Cierto es que el Niño de la Capea no hizo toreo del bueno, sino de esa compleja y mediocre condición que exhibe de rutina. Ya se sabe: pegar pases tan de prisa que el segundo se amontona sobre el primero (y a la vez ligar), lantarse abierto el compás y tan tieso como si lo hubieran escayolado (Y a la vez mandar)s meter el pico con desahogada alevosía (y a la vez templar), entre tanda y tanda dar paseos jacarandosos (y a la vez marcar bien las distancias). En suma: lo bueno y lo malo en mejunje. Mas es el caso que sus faenas fueron vibrantes, y el público festero, fallero y josefino, que no tenía el día para eruditas matizaciones, se le entregó con entusiasmo.

Un toro incierto y otro gazapón sin fijeza fueron para el veterano diestro local Ricardo de Fabra. Con el primero estuvo reposado y torero y le sacó el partido posible. Con el segundo, después de ensayar una serie de redondos en la que no acertó a dominar, se desconfió. Sin pena ni gloria pasa Ricardo de Fabra por la feria. Otro año más se le presenta de lucha en busca de contratos y suerte.

Mansa, muy justa de trapío y fuerza, mezclados astifinos con astigordos, salió la corrida, que de la divisa anunciada sólo tuvo dos ejemplares -los de Socorro Sánchez Dalp-, y el resto, rechazados en reconocimiento, fue remendado con reses de Manolo González. Unos por otros se dejaron torear, con las salvedades dichas, y el mejor lote correspondió al Niño de la Capea. En este sentido tuvo la suerte que con tanto afán busca Ricardo de Farra, a pesar de que no la necesita tanto. La vida es así.

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