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La muerte del "más francés de los cineastas"

Una educación clásica y sentimental

René Clair -cuyo verdadero apellido es Chomette- nació en París el 11 de noviembre de 1898, hijo de un comerciante de jabones, amante de los caballos y de la vida militar, que le enseña a leer en los tomos de las obras completas de Alfred de Musset y le educa esmeradamente al amparo de los clásicos. La infancia de Clair transcurre en un barrio popular de la capital francesa.El b arrio, la propia capital y sus personiajes populares, inspirarán lo mejor de su cine. El francés y, sobre todo, el parisiense sin origen ni fortuna son los portagonistas de sus relatos de amor y libertad. Su primera película se titula París dormido (1923); la capital francesa aparece también en la primera gran película del sonoro y una de sus obras maestras: Bajo los techos de París (1930). Uno de los primeros teóricos del cine francés, León Moussinac, dijo de su obra: «Cada francés puede reconocer algo de sí mismo, y el extranjero, un poco de Francia». Otro viejo barrio parisiense será el escenario de una de sus tardías obras maestras, Puerta de las lilas (1957).

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Falleció Rene Clair, un realizador con eran influencia en la cultura del siglo

El cineasta francés deseó siempre ser,escritor y poeta y, aunque nunca destacó en este campo, fue elegido miembro de la Academia Francesa en julio de 1960. «Sólo soy», dijo entonces, «uno que enseña sombras sin aportar más que ilusiones».

Se inició en el cine, después de ejercer el periodismo y la crítica, de la mano de los pioneros franceses: el empresario Gaumont y los directores Jacques de Baroncelli, Delluc y Feuiilade. Se identifica en su primera etapa con las corrientes vanguardistas y la búsqueda de efectos visuales fantásticos para el naciente lenguaje del cine. El principio de la absoluta libertad creadora culmina con la película más significativa de su período surrealista: Entreacto (1924). Se opuso en uia,principio al cine sonoro para realizar en él, apenas nacido, algunas de las obras maestras que estarán siempre en todas las filmotecas del mundo. Además de las ya citadas, destaca Viva la libertad (1931), película en la que se inspiró Tiempos modernos, de Chaplin. Cuando los productores de Clair intentaron un juicio por posible plagio, el director les paró con estas palabras: «Si Chaplin se inspiró en mi película, es un honor para mí». De la misma época es El millón y, más tarde, El silencio es de oro (1946), un canto a la juventud perdida, un homenaje al cine mudo.

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