La Iglesia croata, acusada de "hostilidad" contra el Estado yugoslavo
Las críticas contra la Iglesia católica de Croacia subieron de tono el jueves último con el violento ataque lanzado por un alto responsable de la Liga de los Comunistas de Croacia (LCC), que ha acusado a la jerarquía católica de esta república yugoslava de «actividades hostiles» contra el Estado.Con ocasión de la reunión de la Alianza Socialista de Croacia, Branko Puharic, miembro de la presidencia de la LCC, reprochó el jueves a la jerarquía de la Iglesia croata el erigirse en «fuerza política de oposición». «Sus más altos dirigentes han convertido a la Iglesia de Croacia en un refugio de renegados y opositores», declaró Puharic.
Esta misma personalidad política criticó también a Radio Vaticana, a la que acusó de «orientar a los fieles hacia la lucha política para conseguir un cambio del sistema establecido».
La jerarquía católica ha recibido críticas oficiales desde hace varias semanas, a raíz de dos homilías del arzobispo de Zagreb, Franjo Kuharic, en las que denunció en Navidad los «malos tratos infi0dos a los detenidos de las prisiones yugoslavas», y el 10 de febrero pidió la «rehabilitación» del cardenal Aloysus Stepinac (muerto en 1960) y una revisión de su proceso.
Stepinac, el arzobispo de Zagreb, fue condenado el año 1946 a dieciséis años de cárcel, acusado de colaboración con la ocupación germano-italiana y con Ante Pavelic, jefe del Estado Independiente Croata (EID), reconocido, durante su efímera existencia bajo tutela de Roma y Berlín (1941-1945), por el Estado español.
Colaboración con el nazismo
Para las autoridades de la República Socialista Croata, Stepinac sigue siendo un colaborador de crímenes ustachis y de los nazis.Mientras la visita del sucesor de Tito, Cvijetin Mijatovic, al Papa a finales del año pasado actualizaba los deseos de venir a Yugoslavia que tiene Juan Pablo II, la jerarquía católica croata intentaba que la misa dominical fuera retransmitida por televisión. Fuentes oficia les comentaron evasivamente que ello convertiría a la pequeña pantalla yugoslava en la más religiosa de Europa, dado que lo mismo exigirían los millones de musulmanes que viven en la federación y la mayoría ortodoxa.
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