Tres películas de escaso interés
Cuando Hollywood llegó a la conclusión de que los negros daban más dinero siendo buenos, comenzó la fabricación de películas apolegéticas. Los negros ya no eran asesinos, ladrones ni criados, sino que podían, como ocurría en la vida real, ser seres humano. Para el Hollywood típico, un ser humano es el que se enamora, sufre y muere, el héroe reconocido o el patriota marginado. Personajes superficiales, melodramáticos y casi siempre falsos. Es decir, lo peor que hizo Hollywood para reivindicar socialmente al negro fue transformarlo en blanco. En blanco de celuloide, claro.
No se compra el silencio, dirigida por William Wyler en 1970, forma parte de ese ciclo, en el que pueden incluirse En el calor de la noche, Carmen Jones o El sargento negro, vistas recientemente en televisión Negros policías, negros bailarines y negros heroicos. Hoy, Wyler nos hablará de la intransigencia de los blancos, en un intento de cine social que no pasa del melodrama de cartón-piedra. Pero que el cine norteamericano lanzaba como si arriesgara la vida en ello. Sólo arriesgó un poco de dinero. Y cuando dejó de compensarle, eliminó el ciclo. Como siempre.
Como eliminó igualmente el de la comedia sofisticada del que hay dos ejemplos en la programación televisiva de este fin de semana Las tres noches de Susana (hoy sábado, a las 15.45 horas, por la primera cadena) data de 1954, la mejor época de su director, Frank Tashlin, que no haría aquí, sin embargo, su mejor película. Esta hay que encontrarla en la filmografía del actor Jerry Lewis, para el que Tashlin dirigió la mayor parte de sus primeros títulos. En la película de hoy será Debbie Reynolds la protagonista, una actriz menos interesante de lo que ella hubiera deseado. Dos años después de su éxito en Cantando bajo la lluvia intentó jugar fuerte para alcanzar el estrellato deseado. No lo consiguió realmente nunca. Monótona en sus expresiones, poquita cosa en su físico, limitada en sus posibilidades de comediante, ha sido sólo una más de entre muchas.
Como una más es la película del ciclo de Cary Grant. Preludio de amor, dirigida por Robert Riskin en 1937. Condenado a servir de interlocutor a la actriz Grace Moore, el actor no tiene aquí una interpretación notable, aunque nunca pueda hablarse de actuaciones torpes. Sólo que Cary Grant, como comediante, necesitaba -como todos- de una buena réplica, de un guión imaginativo, de situaciones divertidas. Poco de todo ello hay en esta Preludio de amor, que debía haber sido sustituida por otras películas de la filmografía de Grant que, a lo que se ve, no aparecerán jamás en el ciclo. En lugar de plantear distintas facetas del actor, se están limitando a darnos, repetitivamente, una y mil veces la misma, con lo que poco favor informativo se está haciendo sobre su trabajo.
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