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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El canto solidario de Soledad Bravo

El pasado fin de semana, dentro de la Segunda Muestra de Cultura Latinoamericana, la cantante Soledad Bravo (Logroño, 1943) daba tres recitales en el Centro Cultural de la Villa de Madrid. Acompañada del guitarrista Dioni Velázquez, interpretó canciones del folklore latinoamericano, temas del cancionero sefardí y poemas de autores españoles. El público respondió con emotivas y prolongadas ovaciones.Ese público da la impresión de conocer de instinto, aunque no de memoria, ciertos versos de Alberti: «Lo que era llanto, ya no es llanto, canta. / Lo que es sombra, no es sombra, es alegría. / Lo que estrella sin rumbo, es norte, es guía, / claro valor, que a la tiniebla espanta. » Todavía reciente el involuntario viaje al fin de la noche, hay en la atmósfera la tensión de otra época, el júbilo amistoso por la supervivencia y la necesidad de unas canciones libres y solidarias. Y hay una voz dispuesta a trocar todo eso, regresivo y patético, en flores.

Flores multicolores trae en su ropa, de fondo negro, Soledad Bravo. Negros son sus cabellos, peinados con raya al medio y resueltos en trenza. Trenzan sus manos la alianza de la fragilidad y la firmeza. Se sienta a esperar la aurora, con un semblante digno de la dama de Elche. Y así se pone a cantar: «Yo no tengo en el amor / quien me venga con querellas, / como esas aves tan bellas / que vuelan de rama en rama...» De las coplas de Martín Fierro, a la nueva trova de Pablo Milanés: La vida no vale nada. Es un decir.

Es un decir bien dicho, con sensible y hermosa voz, con sentido y razón. Soledad Bravo desgrana el Canto de amor, de Blas de Otero, para sumergirse en seguida en la limpidez sin edad del cancionero sefardí, donde el alma solitaria ve florecer almendros y rosales.

La cantante evoca temas venezolanos, tonadas del más allá, vieja trova cubana: Las amargas verdades. Y recorre la Cuba actual, el Brasil, la luna llena y los luceros. Recuerda a Chile, recita a Alberti, habla de un pueblo que nacerá de sus ruinas. Y hace nido en Andalucía.

Una cantante como la copa de un pino

Soledad Bravo no va de panfletaria. Es una cantante como la copa de un pino. De ahí que, emotividad al margen -y si margen nos queda para ello-, pueda decírsele que el poema de Blas de Otero no tiene un buen acompañamiento musical -recuerda lo peor de Paco lbáñez- y que los poemas elegidos de Alberti son bastante horrorosos. Tal vez la intérprete piense que el fin justifica los medios. Pero ella tiene medios naturales suficientes como para desdeñar otros artificiales, más endebles y ajenos.

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