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Entrevista:

Andrés Nagel: "Lo menos perdonable en un cuadro es que sea aburrido"

Muestra de aguafuertes del joven artista vasco

El pintor Andrés Nagel (San Sebastián, 1934) expone actualmente una serie de grabados en la madrileña galería Tórculo. Procura este artista trasladar al campo del aguafuerte el manierismo y la ironía que conviven en sus creaciones pictóricas y escultóricas. Nagel espera salvarse, al mismo tiempo, del tedio que, según él, segrega la joven pintura española.

Entre los aguafuertes hay una mosca, una oveja colgada, un personaje lavándose los dientes, una viuda, una guadaña, un helado, un tenedor, un cuchillo, una cuerda y una chaqueta.Pregunta. ¿Qué relación guarda este mundo grabado con el de sus pinturas y esculturas?

Respuesta. Una relación bastante estrecha en cuanto a la idea, si bien mucho más remota en cuanto a la temática.

P. ¿Es la primera muestra suya de aguafuertes?

R. En Madrid, sí. De todas formas, antes no me dedicaba plenamente a grabar. Es algo que sólo he hecho con intensidad a lo largo de los dos últimos años.

P. ¿Ha modificado esta experiencia el resto de su obra?

R. Cada técnica obliga a un tipo de forma diferente. Grabar limita mucho, pues la raya es la reina. Pero yo he seguido extralimitándome, pintando, realizando montajes, inventando cosas locas...

P. Se ha hablado de cierto parentesco entre sus grabados y los de José Hernández.

P. Creo que no tenemos nada en común en cuanto a planteamiento de la obra. Lo que tal vez suceda es que los medios empleados tienden a dar una falsa imagen de parentesco.

P. O sea, que la fraternidad apuntada es ilusión pura.

R. La única fraternidad real es con el resto de mis creaciones. De ahí que sienta no exponer a la par pinturas y esculturas, pues los aguafuertes quedan como algo cojo, dan una impresión muy limitada de mi quehacer.

P. Después de su gran exposición en la galería Maeght, de Barcelona, ¿ha habido alguna evolución notable en su trabajo?

R. Sospecho que sí. Por lo menos, en cuanto al tema. Se ha ido suavizando muchísimo el aspecto físico de la temática. Ahora bien, la expresión, en el fondo, es la misma. Creo que esto se nota, precisamente, en los grabados. Ultimamente sólo hago bodegones y marinas.

P. ¿Y retratos?

R. También. Pero, a ser posible, por encargo.

P. ¿Se siente próximo de la más aireada joven pintura española?

R. Me siento al borde de la carcajada. La joven pintura española es un retal de la vieja pintura americana. A mí, me parece bien que críticos y pintores jóvenes den caña, aunque me sorprende el aire fúnebre que empiezan a adoptar y el ambiente cerrado en que se mueven. Pero una cosa es la caña y otra las obras obtenidas. En cuanto octogenarios y federales perciban la mediocre porquería que están plasmando, se van a llevar un buen susto.

P. ¿No encuentra nada salvable?

R. Todo aquello que se puede salvar de un mal chiste. A esos pintores les falta frescura, gracia y naturalidad. Son soporíferos, por mucha juerga y modernidad que inserten en sus tristes ceremonias. Y lo menos perdonable en un cuadro es que sea aburrido.

P. Usted vive y trabaja, al parecer, bastante aislado, en un caserío donostiarra. ¿Cómo son sus jornadas?

R. Pues me levanto a eso de las diez. Luego desayuno. A continuación le doy la comida al perro, Adolfo, y a la gata, Mari José. ¿Qué más? Ah, sí, vacío la bolsa de agua -aliente, me afeito, me quito los rulos y me pongo a trabajar en cuanto acabo de acicalarme... Hago una pausa para comer. Por la arde, gperalmente recibo a la hora del té.

P. ¿Alguna actividad más?

R. Mete algo de footing en cualquier parte, cinco o seis horas de trabajo, un poco de televisión... Y voy a clases de inglés, como Dios manda. Luego, cuando anochece, lleno la bolsa de agua caliente.

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