_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Acuerdo atlántico

Recientemente, tres dirigente del mundo occidental han expresado su opinión sobre el futuro de las relaciones Este-Oeste y la paz mundial. El presidente Reagan lo ha hecho en su primera conferencia de Prensa y en su conversación con directores de diarios norte americanas; el presidente Giscard, en su amplia entrevista televisada; el canciller Schmidt lo ha hecho en su discurso ante el Bundestag; y Giscard y Schmidt en su comunicado de París, han vuelto a repetir lo que, según ellos, debería suceder al proceso de distensión.Los tres dirigentes, que comparten un mismo deseo de evitar una nueva guerra fría, nos han dicho cuáles son las condiciones para la reactivación de una distensión mejorada, incluso a pesar de que la palabra misma, distensión, está devaluada y se sugieren nuevos rótulos.

Toda comparación es odiosa; sin embargo, en esta competición de dirigentes, le concedo el primer premio al presidente Giscard por sus extraordinarias declaraciones, que cubren todo el panorama de las relaciones internacionales, quedando el segundo puesto para Schmidt.

Filosofía poco elaborada

Las opiniones del presidente Reagan y su filosofía del mundo parecen estar todavía bastante menos elaboradas, y en cuanto al resto de dirigentes europeos, que se han mantenido en silencio, no pueden protestar porque, una vez más, Giscard y Schmidt hayan tomado el liderazgo de Europa. En cualquier caso, su comunicado de París representa la opinión de la mayoría de los dirigentes europeos.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Más importante es el hecho de que los pensamientos del presidente Reagan, algo crudos en ocasiones, y los refinados análisis de los dos estadistas europeos parezcan estar mucho más próximos de lo que hubiera parecido posible.

El presidente Reagan parte de una consideración algo simplificada del pasado proceso de distensión: «una vía de un sólo sentido que la Unión Soviética ha utilizado para obrar de acuerdo con sus propios objetivos». Pero pensamos que los europeos le atribuyen un valor más positivo al proceso de distensión, que, en su opinión, ha contribuido poderosamente a la actual crisis política del sistema soviético.

Sin embargo, ahora resulta que las reservas respecto a la distensión del presidente Giscard son bastante semejantes a las del presídente Reagan. Lo que la distensión significaba, según el presidente francés, era la coexistencia pacífica entre el Este y el Oeste (convivir sin guerras), pero supuso también «un cambio en las posiciones de influencia en el mundo, que se ha dado en gran parte a favor de la Unión Soviética». Los dos presidentes se muestran igualmente decididos a poner fin a una distensión tan unilateral.

Sentarse a negociar

El presidente Reagan formula este objetivo reafirmando el concepto de condicionantes: «No se puede uno limitar a sentarse a negociar» los acuerdos de control de armamentos, dice él, sin hacer referencia a las actividades soviéticas en otras partes del mundo.

Giscard y Schmidt dicen que una nueva estabilización, que debería ocupar el lugar de la vieja distensión, requeriría una limítación y moderación por parte de la Unión Soviética. En adelante, no debería darse ningún otro cambio en la «relación de influencias» en el mundo, y la Unión Soviética debería respetar la independencia de las otras naciones, comenzando por Afganistán y Polonia; de otra manera, la distensión no sobrevivirá. Así, pues, la estabilización de los europeos no es otra cosa que la vieja distensión, pero globalizada mediante condicionantes.

Los tres dirigentes dejan en suspenso, en base a estos condicionantes, el futuro de las conversaciones de control de armamentos, aunque dejan tal punto no muy claramente definido, dependiente de la aceptación por parte de los soviéticos de estas nuevas normas ampliadas de buen comportamiento.

El presidente Reagan dice también que el objetivo de las conversaciones de armamento debería ser «una reducción real del armamento nuclear», que los europeos no pueden dejar de aprobar, al tiempo que su inicio no tendría por qué esperar al desarrollo por parte de Estados Unidos de su nuevo programa de rearme, incluso aunque tal programa sea condición previa para un acuerdo equilibrado.

No aspirar a la superioridad

Giscard y Schmidt aprueban abiertamente la determinación de Reagan de fortalecer a Estados Unidos. Giscard dice: «Para el equilibrio de poder mundial no es bueno que una de las superpotencias, y especialmente nuestra aliada, sea débil». Simplemente advierten de que el objetivo correcto es poner remedio a la actual inferioridad, no aspirar a la «superioridad militar». Pero Reagan no ha dicho en ningún momento que su objetivo sea conseguir la superioridad de Estados Unidos. En realidad, va a necesitar todas sus energías para ponen fin a la inferioridad norteamericana, cada vez más clara.

En un momento de grandes tensiones y peligros, cuando el Kremlin ha indicado de manera clara su decisión de no respetar la pluralidad e independencia de Polonia, los intentos de los dirigentes occidental.es por definir las condiciones para una mejoría de las relaciones Este-Oeste pueden parecer simplemente una expresión de buenos deseos.

Pero resulta al menos tranquilizador, en vísperas de lo que podría muy bien convertirse en una gran crisis mundial, el hecho de que los Estados Unidos de Reagan y Europa occidental se encuentren fundamentalmente de acuerdo en unos puntos tan básicos de política, incluso antes de que Reagan se haya reunido con ningún dirigente europeo. Puede que se hayan exagerado las diferencias atlánticas. Es necesario declarar la sustancial cohesión de Occidente de la manera más enérgica, y lo antes posible, a fin de impedir cualquier cálculo erróneo por parte de la Unión Soviética.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_