Los editores denuncian competencia desleal por la publicación del libro "Padre Nuestro"
«Los editores ven a la Comisión Episcopal como juez y parte y, en este sentido, los editores hablamos de competencia desleal en el terreno estricto de la publicación de libros de texto». Con estas palabras resume la Asociación Nacional de Libros y Material de Enseñanza (Anele) la situación creada por los obispos con la publicación del libro de texto Padre Nuestro.
EL PAÍS de 5 de diciembre de 1980 se hacía eco del malestar que la publicación de Padre Nuestro por la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis había creado tanto entre los editores como en determinados círculos eclesiásticos. Los editores se habían visto sorprendidos con la publicación de un libro de texto sin que hubieran aparecido en el BOE las bases de programación, preceptivo para la edición de cualquier libro de texto. Teólogos y catequistas mostraron igualmente su preocupación ante el hecho consumado de un texto único, que ponía en entredicho el pluralismo de enfoques previsto por los documentos episcopales de 1976-1979.María de la Cierva y de Hoces, secretaria general técnica de la Comisión de Enseñanza, salía al paso con una dura nota, ampliamente difundida por la agencia Logos, recogida en la Prensa cercana a La Editorial Católica, y también publicada en EL PAÍS (18-12-1980). La secretaria general técnica de Elías Yanes decía precisar las «bastantes inexactitudes mezcladas con medias verdades», arguyendo que Padre Nuestro se atenía a los acuerdos Iglesia-Estado, cuyo artículo 6 reconoce a la jerarquía eclesiástica el derecho a «señalar los contenidos de la enseñanza y de la formación religiosa, así como proponer los libros de texto» de religión. Añadía luego que las bases de elaboración eran conocidas desde junio de 1979 y que habían sido entregadas a las editoriales interesadas en septiembre de 1979.
Triple irregularidad
Pues bien, la asociación de editores se ha visto obligada, por medio de una carta dirigida a los obispos, a «rechazar las tergiversaciones que se hacen en la nota de la secretaría general técnica». Los editores comienzan distinguiendo entre las competencias de los obispos en temas de educación religiosa y catequética y los requisitos exigidos para la publicación de un libro de texto como es Padre Nuestro. «Si tal libro se ajusta a las bases de programación no publicadas todavía en el BOE», como asegura Rosa de la Cierva, «estamos en presencia de un libro que incumple no sólo la legislación vigente, sino las más elementales normas de igualdad de oportunidades para el trabajo editorial».La primera irregularidad es publicar un libro de texto sin que el Ministerio de Educación apruebe las bases de programación. Pero tampoco está claro lo de las orientaciones de los obispos que han servido de base, según la citada nota. Esas orientaciones fueron entregadas a los editores, según la carta de los editores, el 29 de septiembre de 1980, y tienen sello y fecha de la Comisión Episcopal del 31 de julio de 1980, ¿cómo han podido ser publicadas en septiembre de 1979, como dice Rosa de la Cierva? La tercera anomalía tiene que ver con el Ministerio de Educación. Resulta que el Ministerio autoriza la publicación de Padre Nuestro con fecha del 30 de julio de 1980: ¿cómo se puede ajustar el libro en cuestión a las orientaciones que le han servido de base de programación cuando las tales orientaciones están fechadas por la Comisión Episcopal con fecha de 31 de julio de 1980?
Los editores denuncian «la competencia desleal» de la Comisión de Enseñanza, que es «juez y parte», ya que programa los contenidos, aprueba o desaprueba todos los libros de texto de religión y conoce por adelantado los contenidos de la programación. Sin contar el «aparato de recomendación y presión que supone la red de delegaciones y secretariados a nivel diocesano». Anele acaba solicitando un encuentro con los obispos «a los niveles más amplios» para establecer unas bases de cooperación que permitan acabar con estas irregularidades.
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