Más de 10.000 personas asistieron en Bilbao al funeral por José María Ryan
Una impresionante manifestación de duelo constituyó el domingo el funeral de cuerpo presente celebrado en Bilbao en memoria de José María Ryan, asesinado el viernes pasado por ETA Militar. Más de 10.000 personas (otros cálculos sitúan la cifra en 15.000, mientras que fuentes de la Policía Municipal la alargaban a 25.000), concentradas en los alrededores de la iglesia de San Vicente Mártir, abarrotada, siguieron en profundo silencio el desarrollo del acto religioso, al que asistieron la viuda e hijos de la víctima.
Media hora antes de iniciarse el funeral, previsto para las 12.15 horas, el templo y los alrededores del mismo se hallaban repletos de un público que en todo momento observó una actitud respetuosa. Sin embargo, la presencia de Carlos Garaitkoetxea fue recibida con fuertes aplausos, que aquél mismo, con gestos, acalló. Confundida entre la gente que abarrotaba la entrada del templo se encontraba Pepi Murúa, la viuda de José María Ryan, que, acompañada por varios amigos y el presidente de Iberduero, esperó la llegada del féretro. Los que lo portaban, amigos de la víctima, debieron alzarlo para poder atravesar la masa de gentes que abarrotaba los accesos y el pasillo central y depositarlo al pie del altar.A un lado del féretro se situaron la viuda, hijos y familiares y amigos de José María Ryan. En el otro, Carlos Garaikoetxea, Juan José Pujana, presidente del Parlamento vasco; Ignacio Bayón, ministro de Industria; Marcelino Oreja y Jesús María Viana, presidente de UCD. Estos tres últimos se habían desplazado por vía aérea a Bilbao desde Mallorca, donde asistían al congreso del partido centrista. En los bancos del templo se encontraban, entre otros, Ios dirigentes Xabier Arzallus (PN V), Txiki Benegas (PSOE), Teo Uriarte (Euskadiko Ezkerra), Roberto Lertxundi (PC de Euskadi), Juan Merino (Alianza Popular) y otros representantes de fuerzas políticas, empresariales y sindicales, así como autoridades civiles, entre ellas el gobernador civil y el alcalde de Bilbao, Jon Castañares. Se observó también la presencia de Antonio María de Oriol y Urquijo.
El acto religioso, concelebrado por veinte sacerdotes, fue oficiado por el párroco de la iglesia de San Vicente, Rafael Martiné Taumann, quien pronunció una breve homilía, en la que empezó afirmando que, «ante la condena rotunda de todos los partidos y sindicatos, de este asesinato queda poco por decir».
«Nos reunimos aquí con dolor e indignación y hemos de plantear un serio interrogante ante nuestro futuro, pese a que nuestros gobernantes nos han dicho que hay que perder el miedo al miedo».
En base a la carta hecha pública por los obispos de Bilbao en vísperas del asesinato de José María Ryan (en la que pedían su liberación), el celebrante dijo: «Ninguna causa, por noble que sea, justifica la utilización de la vida de una persona inocente para cualquier estrategia». Tras afirmar que «también Cristo murió víctima de quienes se creían jueces supremos de los demás», añadió: «Desgraciadamente, muchas personas honradas serán aún víctimas de la intransigencia de unos POCOS».
«La muerte de José María no será inútil», concluyó su homilía. «Su vida debe ser semilla de un mundo nuevo ».
Antes de finalizar el acto religioso, el celebrante pidió a los presentes calma, serenidad, y rogó que no protagonizaran escenas extemporáneas. Pese a no haber megafonía exterior, las miles de personas congregadas en los alrededores de la iglesia esperaron a que concluyera el funeral para recibir con aplausos la salida y conducción del féretro al furgón que lo trasladaría a Vitoria.
Nuevamente se escucharon aplausos ante la presencia de Carlos Garaikoetxea y Marcelino Oreja, que fueron acallados. Las voces de una señora que gritaba «ETA, asesina» y «Asesinos, al paredón», fueron ahogadas por los propios compañeros de la víctima. Minutos después, y sin incidentes, los asistentes al acto se dispersaron por las calles de Bilbao.
Entierro en Vitoria
Con presencia de la viuda de José María Ryan, y la mayor parte de las autoridades y representantes de fuerzas políticas y sindicales que habían asistido en Bilbao al funeral, recibieron sepultura, pasadas las 13.30 horas, en el cementerio de Santa Isabel, de Vitoria, los restos del ingeniero asesinado. Y arios miles de personas concentradas en el exterior prorrumpieron en aplausos cuando llegó a la puerta del recinto el féretro, portado por familiares y amigos de la víctima. Con grandes dificultades, dado que en los alrededores del panteón familiar se había concentrado gran cantidad de público, la comitiva llegó hasta el mismo. El sacerdote que rezó el responso afirmó: «Que la sangre de José María sea fructífera para el bien de todos». Los aplausos se repitieron cuando el féretro era introducido en el panteón, donde amigos, familiares, compañeros y diversas entidades y particulares depositaron después coronas y ramos de flores.
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