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La Federación de Gremios de Editores de España ingresa como observadora en el Grupo de Editores de la CEE

La Federación de Gremios dé Editores, órgano de este sector español, se ha incorporado como observador al Grupo de Editores de Libros de la Comunidad Económica Europea. El secretario general de la Federación, Raúl Rispa, y el secretario adjunto, Jaime Brull, han participado como representantes de la asociación española en el órgano interlocutor del Mercado Común en materia de ediciones, y ante él han presentado su informe sobre la situación española, al tiempo que empezaban a participar en los problemas del gremio a nivel comunitario.

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Dos grandes grupos de cuestiones ocupan en este momento a los editores de la Europa de los diez: temas de propiedad intelectual, que se ven potenciados por la introducción en la industria librera de los modernos sistemas cibernéticos y telemáticos, y otros de Política editorial y de mercado, entre los que destaca la fijación de los precios del libro. La armonización de legislaciones en la Europa comunitaria, la lucha contra la piratería editorial en sus fórmulas más sofisticadas, las repercusiones y posibilidades de la electrónica en el campo de los derechos de autor y, concretamente, el sistema de información Euronet, en base a ordenadores, promovido por la Comunidad y los Gobiernos de los distintos países miembros, fueron algunos de los temas tocados en la reunión de Bruselas, celebrada el pasado mes de enero, la primera de los comunitarios este año y también la primera en que participaba una representación española.El Grupo de Edjtores de Libros de la Comunidad Económica Europea (GELC) es, según dijeron a EL PAIS Raúl Rispa y Jaime Brull, un ente privado, una asociación al margen de los Estados, organismo interestatal de la CEE, reconocido por éste, como interlocutor válido. «El gran triunfo», dice Raúl Rispa, «ha sido que nos admitan, con la ayuda y el apoyo de Gran Bretaña, con el status de observadores a nivel formal, pero trabajando en realidad como miembros normales. La diferencia, dice, «está en que ni tenemos voto ni pagamos cuota». En cambio tienen los editores dos representantes igual que el resto de los países, en esta entidad, presidida por M. Bourgois, editor de Bordax.

Según la información de los representantes españoles, uno de los temas que preocupan al GELC es el de la fijación de precios del libro. Dos experiencias, negativas a juicio de los editores, en el sentido de que fueran los libreros los que, en libertad de precios, pusieran éstos a los libros, se han barajado en la reunión de Bruselas. La experiencia sueca, a partir de la idea de que si el precio se dejaba libre bajaría, ha terminado en la desaparición de buena parte de las librerías y en «la promoción del best seller malo».

Peor es el caso francés, que no está corregido con una serie de mecanismos de que disfrutan editores y lectores suecos. Allí en concreto, grandes librerías, como la FANAC, están hundiendo a los libreros, y con ellos, siempre según la opinión de los dos representantes de la Federación de editores españoles, favoreciendo a los grandes mayoristas y reduciendo las capacidades de creatividad libre. «Cuando el precio se deja a los escalones de comercialización», dice Raúl Rispa, «el resultado es siempre el mismo: se benefician los libros de grandes tiradas, desaparecen las librerías de calidad y se añaden problemas a los autores; concretamente, como tradicionalmente los derechos se deducen de los precios de tapa, con este sistema serían incontrolables». Cuando se objeta que las tiradas y derechos ya son en España incontrolables por parte de los autores, responde: «Este, en Europa, es un tema que ni se trata, y aquí hay ya, y cada vez habrá más, editoriales en que esto está superado. El tratamiento es el de la vía contractual normal y, ante cualquier duda, el de la certificación de cuentas, que para eso están los censores jurados».

Tecnología casi ciencia-ficción

Por fin, el gran tema, que también se refiere a derechos de autor, es el de la tecnología aplicada a la información de datos y a lo que podría llamarse, no sin cierto escalofrío, «la edición electrónica». Se trataría simplemente de la sustitución del papel por otras vías de comunicación que ya existen y están siendo utilizadas en otros campos. Concretamente, vía ordenadores, la información sería enviada a terminales de diversos tipos. La televisión podría ser uno de esos medios, pero existen también impresoras ultrarrápidas, y en el Reino Unido se está empezando a comercializar terminales de videosistemas para uso privado y doméstico dotadas de teleimpresoras... El problema de los derechos de autor, y también el de los intermediarios -los «editores» de esta información, técnicamente llamados proveedores-, es quizá uno de los más importantes que se desprenden de todo esto, y no lo es menos el de la intervención de los Estados, propiciada por las terribles inversiones necesarias para poner en marcha estos sistemas. Euronet es el nombre del proyecto de red para Europa que apoya la CEE.

Un adelanto de estos problemas, a niveles casi rústicos, lo darían los conflictos ya planteados en el GELC con las fotocopias: de uso particulamente amplio en el sistema educativo, la fotocopia sistemática de trozos de libros, incluso de libros enteros, supone para editores y autores el escamoteo de cifras económicamente importantes. La creación de sociedades de cobros de derechos -ya ensayada en Gran Bretaña- puede ser un principio de solución a este tema que también preocupó en Bruselas.

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