Homenaje a Albert Cohen en el Instituto Francés
«La obra de Albert Cohen es mítica y poética, y podría hablarse en ella del realismo mágico, o mejor, de realismo transhistórico», dijo el director del Instituto Francés, Abraham Bengio, en una conferencia dedicada a recordar la figura del escritor suizo. Cohen nació en Corfú, de familia judía, hace 81 años, y lleva más de sesenta residiendo en Ginebra, donde fue funcionario de la Sociedad de Naciones y de diversos organismos internacionales. Su obra, no muy copiosa, le compone de poemas -Palabras judías (1920)-, de una pieza de teatro, de recuerdos -Libro de mi madre, Oh, hermanos humanos, Carnets- y de cuatro novelas, que forman un ciclo: Solal, Mangeclous, Bella del Señor (que fue premio de la Academia Francesa) y Los valerosos.Abraham Bengio descubre en la obra de Albert Cohen tres elementos: la nostalgia de la comunicación, los falsos valores y el orgullo del nombre judío. Sus personajes se judaizan para poder comunicar; sus obsesiones -el pasaporte, la comida, los viajes, las máquinas de comunicar como las cartas, los telegramas o el teléfono- también apuntan en el mismo camino. Hasta en lo que los valerosos valen se ve a través del prisma deformante de su deseo de comunicación humana. La cultura no es más que un «travestissement» de la ley de la jungla de la sociedad occidental.
El antifeminismo atraviesa la obra de Albert Cohen en su crítica de la pasión amorosa. Solal va hacia la mujer porque el amor abate las barreras antisemitas, pero hay que matar la pasión amorosa, porque siempre es un engaño. Por último, losjudíos, en Cohen, piensan en el dinero hasta el ridículo. Pero bajo la caricatura aparece la explicación: el dinero compra la comunicación. El pueblo judío es odiado por ser el pueblo de la antinaturaleza, el que ha declarado la guerra a lo que hay en el hombre de animalidad.
El conferenciante terminó aludiendo a las dos maneras de la escritura de Cohen: la broma y el lirismo.
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