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La novelista Margueritte Yourcenar ingresó ayer en la Academia Francesa

Giscard d'Estaing presidió la ceremonia

Ayer, por fin, la venerable Academia Francesa se liberó de 350 años de misoginia, al recibir bajo la arquitectura religiosa de su célebre cúpula a una mujer: la escritora de Memorias de Adriano, Margueritte Yourcenar. El presidente de la República, Valery Giscard d'Estaing, quinientos invitados excepcionales, entre los que se encontraba el maestro de la escuela del pueblo belga en el que nació la novelista hace 73 años, y los cuarenta colegas de la nueva Academia, protagonizaron la ancestral ceremonia, qué retransmitió en directo Eurovisión.

Una mujer en la Academia Francesa. A pesar de que Margueritte Yourcenar está considerada como una de las grandes escritoras contemporáneas de lengua francesa, el acontecimiento mundano-cultural e histórico que ayer organizaron los franceses se funda en su dimensión feminista. En caso contrario, el presidente Giscard no hubiese recorrido los dos kilómetros que separan el palacio del Elíseo del muelle Contí, en donde está ubicada la arcaica institución gala. La autora de La obra en negro, aunqu e de manera simpática, para no desentonar, lo primero que hizo fue precisamente regañar a los miembros de la Compañía Porque, antes que a ella, no habían acogido en su cofradía a Marque señoras tan meritorias como madame Stael, Georges Sand, Colette, y tantas y tantas mujeres que «fueron reinas de los salones y, sobre todo, de las callejuelas». Ese fue el preámbulo del discurso de entrada en el que elogió a su predecesor, el escritor Roger Caillois, de quien se despidió con la frase quizá más bella y más significativa de su recital sobre el antiguo surrealista: «Querido Caillois: aún me acordaré de usted esforzándome en escuchar las piedras».El vanguardista de la Academia Francesa, el escritor liberal Jean d'Ormesson, artífice original de la entrada de Margueritte Yourcenar, respondió al discurso de esta última y, de entrada, intentó situar el acontecimiento: «No le negaré», dijo, «que usted no está aquí hoy porque sea una mujer, sino porque usted es una gran escritora. Ser una mujer no basta en todos los casos para sentarse bajo la cúpula. Pero ser una mujer tampoco es bastante ya para impedirle que se siente aqui».

Hechas las paces, la ceremonia se desarrolló, a pesar de todo, bajo el signo del feminismo de buen tono. Tres siglos y medio a lo macho, sin una sola presencia femenina, perturbaron muchas costumbres y despertaron curiosidad.La primera dama de la Academia Francesa no pudo leer su discurso de pie y hubo que construirle un pequeno estrado. La espada académica también la rechazó, y los hombres consintieron. Y, naturalmente, para una primera señora, ¡qué menos que un número uno! de la alta costura para inventar el uniforme que, desde hace varios días, ha sido el maná de cotilleos para todos los gustos. Yves Saint Laurent fue quien elaboró «un traje solemne, más que un uniforme: un traje de chaqueta largo, de terciopelo negro, blusa y un velo blancos y capa negra.

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