_
_
_
_

Viaje a un enclave guerrillero a 50 kilómetros de San Salvador

San Lorenzo es un pueblo fantasma. Hace unos meses dicen que tenía 2.000 habitantes. Hoy sólo viven allí veinte familias, apenas cincuenta personas, en su mayoría mujeres y niños. Algunas de las casas abandonadas las ocupan un centenar de guerrilleros que se asentaron aquí tres meses atrás, mucho antes de que la dirección del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) lanzase la consigna de la ofensiva general. «La gente huyó en octubre, después de una matanza en la que murieron veinticuatro personas. Por eso decidimos ocupar el pueblo. Desde entonces han regresado varias familias. Hemos sufrido ataques, pero los hemos rechazado todos y estamos en condiciones de mantener nuestra posición». Gustavo Ramírez es uno de los comandantes. Tiene veinticinco años y lleva tres encuadrado en el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC). Antes era estudiante de Economía en la UCA, la universidad de los jesuitas.

El pueblo está a poco más de cincuenta kilómetros de la capital, muy cerca de la carretera que lleva a San Vicente. Se llega por un camino de tierra, cegado por tres árboles enormes. Desde aquí hay media hora a pie. Por si alguien decide cruzar en coche la zona de los árboles, aún le esperan dos enormes zanjas. Mientras el grupo de periodistas camina hacia el pueblo, un avión y un helicóptero sobrevuelan la zona a baja altura. Hay que esconderse porque desde el aire no se distingue a un periodista de un guerrillero. A medio kilómetro de San Lorenzo, dos muchachos dicen que ya habían detectado la presencia del grupo. Sólo quieren cigarrillos.Situación inestable

«La situación militar de la zona es bastante inestable», admite Gustavo Ramírez. «En San Esteban Catarina hay una guarnición, y en San Sebastián, fuerzas paramilitares». A dos horas de camino se llega hasta un cerro desde donde puede verse a los soldados con ayuda de unos prismáticos. Aquí, a la sombra del volcán San Vicente, a lo largo de unos ocho kilómetros, la guerrilla aún controla los caminos y unas pequeñas aldeas.

La posición parece muy frágil. Los guerrilleros aseguran que no. «Tenemos gente en toda la zona y cualquier ataque lo conocemos con suficiente antelación. Hace unas semanas, el Ejército entró en el pueblo, pero fue porque nosotros nos replegamos. Quemaron unas casas, mataron nueve bestias de carga y se fueron. También nos han bombardeado desde un avión con cohetes tipo rocket de 80 milímetros, pero aquí estamos» .

Reconocen que las comunicaciones son «algo lentas». No se ven aparatos de radio. Los mensajes deben ser transmitidos personalmente. A veces llegan tarde o no llegan. Los correos han servido en ocasiones para conducir al Ejército hasta los campamentos.

La mejor dotación de la guerrilla son sus fusiles. Se ven algunos viejos máuseres que han hecho todas las guerras del último tercio de siglo y unas pocas carabinas capaces de matar un elefante, pero casi todos los guerrilleros portan unos FALN recién estrenados. «Son del mercado negro internacional», asegura uno de los comandantes.

La falta de unidad es quizá. el flanco más débil. Este centenar de hombres armados está organizado en cuatro comandos, que obedecen sólo a sus respectivas organizaciones. El pasado día 10, uno de los comandos se negó a participar en el ataque a San Esteban Catarina porque no tenían arden de su dirección. La unidad sólo ha llegado a la dirección del FMLN. De ahí para abajo, cada grupo va a su aire.

Dentro del área guerrillera funciona un pequeño hospital de campaña, atendido por un cirujano, una enfermera y un estudiante de Medicina. «En caso de urgencia, podemos hacer cualquier operación».

La dieta básica son los frijoles, el arroz y el maíz. «Los agricultores nos venden su cosecha a precio justo y nosotros nos encargamos de distribuirla. La parte que corresponde a los créditos del Gobierno nos la entregan a nosotros».

San Lorenzo es poco más que una calle larga y una plaza, con casas deshabitadas a, uno y otro lado. Un matrimonio mayor, de 57 y 55 años, dice que siguen en el pueblo porque lo único que tienen después de treinta años de trabajo es su casita -poco más que cuatro paredes con techo- Tienen miedo, cómo no, pero piensan quedarse aquí.

En el camino de regreso el avión Vuelve a pasar de nuevo. Es la quinta vez en dos horas. Los campos de caña, aún no cortados, son el único refugio. En San Salvador, apenas a una hora de coche ' Duarte dice que no hay un solo pueblo en poder de la guerrilla. Quizá por eso ayer empezó el fuego de mortero en torno a San Lorenzo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_