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Festival de Cine de la India: un palmarés justo

No sorprendieron excesivamente los premios concedidos por el Jurado del 8º Festival Internacional de Cine de la India, aunque hubo en algún caso protestas sordas, ya que, por ejemplo, la película italiana Buggie bianchi, de Stefano Rolla, destacada con el premio a la mejor dirección, no parecía, a juicio de muchos, merecedora de tal distinción. El jurado, sin embargo, tuvo que llegar a ese acuerdo; los siete directores que lo componían, junto al representante de Itanoleggio, ente oficial encargado de la promoción del cine italiano, tenían criterios muy distintos sobre lo que es o debe ser el cine premiable y, sin duda, alguna concesión era necesaria en la opinión de cada uno de ellos.Lo que ha ocurrido en Nueva Delhi es algo general en todos los festivales donde se trata de contentar un poco a todos y no ofender especialmente a ninguno. En este sentido, el primer premio, ex aequo para la hindú Aaacroshk y la búlgara Los zapatos de cuero del soldado desconocido es un prodigio de equilibrio que, por otra parte, no ha molestado especialmente a nadie. Era un premio previsible y puede considerarse justo dentro siempre del disparate que supone entablar competencias entre películas muy distintas entre sí como si se tratara de una simple carrera de caballos.

Como previsible era que Angela Molina, la actriz de La Sabina, de Borau, ganara el galardón asignado a los intérpretes femeninos. Curiosamente, La Sabina competía representando a Suecia, país con el que se coprodujo la película, que, por otra parte, no obtuvo ninguna otra mención.

Un resumen final del festival nos llevaría a destacar en primer lugar el interés que para un visitante occidental tiene el acercarse al conocimiento de la cinematografía india, una de las más importantes (por el número de películas que se producen cada año) de todo el mundo y, en consecuencia, a la posibilidad de conocer un país fascinante que no agota en estos brevísimos quince días sus posibilidades de sorprender e inquietar. Son indivisibles el cine y el país que lo produce, y de ahí que muchos de los invitados optáramos, en ocasiones, por la calle antes que por las películas, dado que éstas, en términos generales, no ofrecía un excesivo interés. Si bien el criterio por el que se han elegido las presentadas es el de estimular la existencia de un cine del Tercer Mundo, y ello convierte a este festival en una muestra única en su género, no me nos cierto es que la mayoría de las películas seleccionadas obedecían en su estética a un afán de imitar el cine norteamericano o el europeo entendido siempre en la visión personal de algunos autores intelectuales. Parece inevitable, de momento, que quienes pueden dirigir películas pertenezcan a una determinada elite que margina las características folklóricas de cada país como si se avergonzaran de ello.

Hablamos de esto brevemente con la primera ministra, Indira Ghandi, que ofreció una reunión íntima días antes de concluir el festival. Durante las quince jornadas que duró éste se esperaba la invitación habitual para esta recepción, y se comentaba cómo el ano pasado el representante portugués, con el afán de halagar a sus anfitriones, comentó a Indira Ghandi el éxito de público que algunas películas hindúes habían tenido en Portugal. Ella, al parecer, le contestó sorprendida, «porque las películas de mi país son muy malas». Este año, y a pesar del poco tiempo que la primera ministra confesó tener para conocer la producción cinematográfica de la India, estuvo de acuerdo en que algunos autores aislados renuevan la estética de su cinematografía y realizan películas de mayor ambición artística. Entre ellos, Mrinal Sen destaca claramente, aunque tampoco despierte entusiasmos dedelirantes. Su cine empieza a ser conocido, poco a poco, en Europa, y ello determina aún más esa primitiva tendencia a la imitación de cines foráneos que tanto este autor como otros similares no parecen querer eludir.

La inquietud tercermundista de este festival de la India se compagina con un lógico deseo de comercializar sus películas abriendo mercados internacionales. Razón última de muchos festivales, en éste parecen haberse acordado varias coproducciones con distintos países europeos. Esto, junto a la información de un cine desconocido entre nosotros, justifica plenamente el festival, donde, como también ocurre en otros muchos, no importa tanto la calidad específica de cada una de las películas presentadas como su motivación fundamental. Este festival del Tercer Mundo no se parece a ningún otro.

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