Sastre y la violencia
Me preocupa mucho que últimamente, por obra y gracia del espíritu abierto e independiente que -por fortuna- preside la línea editorial de EL PAÍS, aparezcan en sus páginas con frecuencia inusitada opiniones de sesudos personajes que coinciden en quererme demostrar que la difícil, la precaria, la fragilísima democracia en la que España y los españoles estamos aprendiendo a andar después de tanto tiempo de parálisis política no es otra cosa más que la continuación de la dictadura franquista con otra cara, una prolongación de la opresión totalitaria sutilmente disfrazada de régimen de libertades, una estafa para imbéciles.Pues bien, esta preocupación llega a convertirse en exasperación cuando leo los artículos con que, por tres días seguidos, me ha amargado el viaje matutino en autobús a la oficina mi ex admirado Alfonso Sastre.
Reconozco, sin embargo, que, pasada la primera impresión, la inclinación que al final ha prevalecido en mi ánimo ha sido la de agradecimiento a EL PAÍS. Agradecimiento porque, si en los tiempos de la desesperanza fuimos muchos los que admirábamos al señor Sastre como a uno de nuestros Pocos intelectuales capaces de mantener encendida en nosotros, a pesar de todos los pesares, la Ilusión por este país en que nos había tocado nacer, a lo mejor, el hecho de que aparezcan en este periódico artículos como los que creemos que en este país se está empezando a caminar hacia una solución para que convivamos todos alguna vez en justicia, en respeto, en solidaridad y en libertad; nos olvidemos definitivamente de que en esa tarea pueden estar aún empeñados personajes como el señor Sastre. Pienso que tales, personajes pertenecen a una mitología que hay que desmitificar con urgencia y que, a pesar de nú pesar, es probable que EL PAÍS esté haciendo al país el gran servicio de cooperar en esa labor al publicar los artículos de marras.
Personalmente norreo ni que las soluciones de los gravísimos problemas que aquejan a mi tierra vasca estén en manos de la policía ni que el Gobierno del señor Suárez esté dando un recital de inteligencia política a la hora de afrontar esos problemas. Más aún, estoy convencido de que, en situaciones como la actual, es más necesario que nunca estar preparados para salir al paso de actuaciones del Estado que puedan significar una pérdida de las libertades adquiridas por nuestra sociedad y encubrir formas sutiles de violencia institucional. Pero tampoco estoy seguro de que el Pepito Grillo de la conciencia dernocrática nacional pueda ser a estas alturas León Trotsky (citado, por cierto, en francés y «sin subtítulos», y no sé por qué no ya en alemán o en finlandés, por el señor Sastre, a quien siempre importó tanto el hacerse entender por el pueblo) ni de que nuestra comunidad nacional necesite, precisamente ahora, un cursillo sobre el humanismo del terror y el terrorismo de los humanistas... Y creo, por último y en todo caso, que no es admisible que pueda denigrarse el gesto de valentía cívica y de verdadero patriotismo vasco y español que representa el documento de los 33 intelectuales y artistas vascos aduciendo la manifiesta falsedad de que sus firmantes nunca han dejado oír su voz contra la violencia fascista.
Señor Sastre: cuando escriba un artículo contra las muertes, los secuestros, los chantajes y otros mil males que la violencia ciega de ETA inflige al pueblo vasco, yo aceptaré de buen grado que usted rechace la violencia del Estado; mientras tanto, no. Mientras tanto no pasa usted de ser un triste farsante./
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