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El jefe del Estado polaco asiste a la inauguración del monumento a los obreros muertos en los disturbios de 1970

El ulular de las sirenas de todas las fábricas y los barcos del puerto de Gdansk, acompañado por el repicar de las campanas de todas las iglesias de esta ciudad báltica polaca anunció ayer, a las 16.55, hora de Madrid, la apertura de las ceremonias de inauguración del monumento en memoria de los obreros de los astilleros muertos durante los disturbios de 1970 en los puertos del litoral báltico, con un balance oficial de 45 muertos, 1.165 heridos y 3.000 detenidos.

Verdaderas mareas humanas, canalizadas por un servicio de orden conjunto del sindicato independiente Solidaridad y fuerzas de seguridad, provistos de brazaletes con los colores nacionales polacos, comenzaron a desfilar hacia la entrada número 2 del astillero Lenin, a primeras horas de la mañana, donde se elevan las tres cruces de acero cromado, de 42 metros de altura y 134 toneladas de peso, que simbolizan las rebeliones obreras de 1970, 1976 y 1980. Su construcción duró cuatro meses, en un trabajo ininterrumpido con turnos de obreros voluntarios.Centenares de miles de hombres, mujeres, jóvenes y niños rodeaban el monumento donde se habían depositado innumerables ramos de flores. La calma era general en toda esta muchedumbre.

En las calles adyacentes, cortadas a la circulación, se instalaron cocinas móviles que preparaban salchichas, bocadillos y vendían zumos de fruta. Las bebidas alcohólicas fueron prohibidas.

Además de los vehículos privados, nueve trenes especiales fueron habilitados, así como decenas de autocares para trasladar a Gdansk a los polacos de cualquier rincón del país, que querían asistir a esta conmemoración histórica. En numerosísimas solapas iba colocada la palabra solidarnosc (solidaridad).

Aún no habían cesado de sonar las sirenas y las campanas cuando llegaron junto al monumento los representantes gubernamentales. El Jefe del Estado, Henryk Jablonski, el secretario del POUP (partido comunista), Zdzadzislaw Kurowski, el viceprimer ministro católico, Jerzy Ozdowski, el ministro de Cultura, Jozef Tejchma, y el responsable del partido en Gdansk, Tadeusz Fiszbach. Junto a ellos, el cardenal de Cracovia, Franciszek Macharski y el secretario de la Conferencia Episcopal Polaca, Bronislaw Dabrowski. Naturalmente, no faltó Lech Walesa con algunos de sus consejeros y los líderes de los sindicatos independientes, afiliados a Solidaridad, representando a todas las regiones.

La ceremonia comenzó con un impresionante minuto de silencio, seguido de una oración. Los representantes de las familias de las víctimas de 1970 cortaron la cinta simbólica, mientras potentes reflectores iluminaron el monumento, que se destacaba en una noche sombría y fría.

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Lech Walesa encendió la llama del recuerdo, mientras Fiszbach se dirigió a la tribuna para comenzar su discurso, después del cual se celebró una misa al aire libre, dedicada a «la patria polaca».

El conocido director de cine Andrezj Wajda filmó los actos, retransmitidos por la televisión local, mientras el canal nacional retransmitía un concierto de música clásica.

La Prensa oficial se ocupó detenidamente del acontecimiento y el órgano del sindicalismo oficial polaco Glos Pracy escribió ayer: «Los obreros que vertieron su sangre hace diez años en el suelo del astillero abrieron el camino para el acuerdo de Gdansk del pasado mes de agosto».

La presencia de las autoridades en la conmemoración es un dato de tranquilidad y de renovación en el entendimiento entre el partido comunista y el sindicato independiente.

Frases de Juan Pablo II y del premio Nobel de Literatura del presente año, Czeslaw Milosz, exiliado en Estados Unidos, están grabadas en el monumento de Gdansk. En la madrugada de hoy estaba prevista otra ceremonia en Gdynia, localidad cercana a Gdarisk, en memoria de las víctimas de 1970.

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