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José Guerrero: "En mi exposición destacan las vibraciones del color"

Importante muestra antológica del pintor granadino

Ayer tarde quedó inaugurada, en el madrileño Caserón de las Alhajas (plaza de San Martin) una exposición antológica del artista granadino José Guerrero (1914), compuesta de unas sesenta obras, representativas de más de treinta años de intensa actividad creadora. Afincado durante largo tiempo en Nueva York, Guerrero pasa por ser el padre espiritual de los jóvenes pintores españoles que han fijado su norte cimental en la escuela y en la escala de la abstracción norteamericana. De ahí que, al valor intrínseco de la muestra, se una cierta curiosidad adicional. El pintor no rechaza ese secreto a voces, pero empieza por sorprenderse de que su antología posea tan vibrante color.

Poco antes del acto inaugural, José Guerrero reconoce haber montado su exposición con claridad y limpieza,: «Este caserón es maravilloso. Situándose aquí, en el centro de la planta baja, uno puede divisar la totalidad del conjunto. Lo que a mí me ha sorprendido, al término, no es ya la fuerza presumible, sino, de modo muy especial, el vibrante color».Con paso generoso, y sin es fuerzo alguno en las palabras Guerrero hace de guía en su camino: «El trayecto comienza en la planta alta. La primera obra mi Autorretrato, va colocada junto a un retrato de mi madre, pintado en 1945. Es un detalle sentimental. Lo que nunca he contado todavía es la anécdota de la que brota el Autorretrato, realizado en 1950. Resulta que, estando en Nueva York, fui a pedir trabajo; el director a quien le hice esa petición se negaba a dármelo, alegando que yo sólo era pintor abstracto y que no sabía pintar como Dios manda. Entonces me fui a mi estudio, cogí una tela sin preparar, de 61 X 51, e hice esa obra para que el director de marras viese que yo sabía pintar».

Exiliado permanente por amor insaciable a la pintura, deja en ésta, Guerrero, las huellas de sus múltiples viaje: «Son cuadros pintados en Roma, Suiza, Bélgica, París... Este pequeño óleo clausura el primer círculo, es mi entrada en lo abstracto, que halla su respiración natural en la segunda planta. Ha sido un lento, y gozoso caminar».

Bajamos. Y allí: «Este período abarca los años sesenta, llega hasta las Fosforescencias. Y da albergue a La brecha de Viznar, una de mis obras más importantes, pintada en 1966. A partir de ahí empiezo con las Palpitaciones rojas, para finalizar con las Señales amarillas» .

La planta baja está destinada a las obras más recientes: «Esa obra es La brecha II, pintada entre 1979 y 1980. También incluyo la obra gráfica que he realizado para servir de acompañamiento a algunos poetas, como Jorge Guillén. Siempre he-ilustrado poemas, tante de autores españoles como riorteamericanos, Sólo un grabado tuvo como destino una obra narrativa, escrita por Juan Benet».

Un cierto aroma de polémica

Más allá deja voluntad del propio Guerrero, esta importante muestra antológica llega precedida de un cierto aroma de polémica. Decir Guerrero, para muchos, es decir. Estados Unidos, concretamente, Nueva York. Y semejante dato arrastra un arsenal vertiginoso de nombres propios: Motherwell, Rotchko, Pollock, Baziotes, Reinhart, De Kooning... A su vez, tales nombres conectan con el espíritu de la más reciente vanguardia española (los ochenta los pintura-pintura, los federales) que fijamente hoy, enarbola el esplendor del oso y el madroño céntra el brillo que ayer procedía de la oxidada torre Eiffel y de la estatua inalcanzable de la Libertad.Uno de los teóricos más brillantes de este grupo español, Juan Manuel Bonet, así como su homólogo francés, Marcelin Pleynet, y el pintor federal Pancho Ortuño colaboran en el hermoso catálogo realizado por Diego Lara con motivo de esta exposición de Guerrero, y que estará pronto al alcance del público .

Hay, pues, un clima indiscutible de jovial venganza frente a los pintores que triunfaron en España durante las últimas-décadas, mientras Guerrero resultaba casi un desconocido -«ese que pinta cerillas»-, al tiempo que alimentaba secretamente las conciencias de los más jóvenes creadores. Manolo Quejido deja esto lo suficientemente claro: «La primera vez que visité el Museo Abstracto de Cuenca percibí que el cuadro de Guerrero era el más joven de todos. Yo espero que ahora se sepa, al fin, por qué ha sido la obra de Guerrero la última que nos ha llegado de toda la generación del cincuenta».

Pancho Ortuño no disimula su regocijo: «Esta exposición va a ser un palo muy gordo». Uno, tímidamente, pide nombres de víctimas: «Me parece que para todo el mundo. Sospecho que servirá para poner bastantes cosas en su sitio."

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