_
_
_
_
_

Sánchez Albornoz, primer miembro de honor de la Fundación Príncipe de Asturias

El ilustre y anciano historiador vendrá a España en la próxima primavera

Claudio Sánchez Albornoz, historiador y polígrafo, ministro de Estado en 1933, rector de la Universidad de Madrid y ex presidente de la República en el exilio, aceptó ser el primer miembro de honor de la Fundación Príncipe de Asturias, que preside el heredero de la Corona de España, el príncipe Felipe.

«Casi me hacen ustedes llorar... Estoy muy emocionado... Acepto con mucho gusto colaborar con la Fundación y haré lo que pueda por ella, porque no soy asturiano honorario, sino asturiano auténtico», dijo Sánchez Albornoz, autor de una importante Historia del reino de Asturias y sus instituciones, que mereció el Premio Nacional Covadonga en 1922 y constituyó la base de La España cristiana de los siglos VIII al XI (un amplio estudio del autor sobre la historia interna del reino astur-leonés en el período 722-1037, que señala el inicio de una nueva etapa en la construcción de la monumental Historia de España iniciada por Ramón Menéndez Pidal, en 1927, y publicada por Espasa-Calpe).En el pequeño y entrañable feudo del ilustre historiador, premio Feltrinelli 1970, máximo galardón universal, similar al Nobel en el campo de las actividades científico-humanistas, se encontraban el presidente del Centro Asturiano de Buenos Aires, José Antonio Nespral; el reportero del centro regional de RTVE en Oviedo, Agustín Santarúa, que viajó especialmente para hacer entrega al historiador del primer ejemplar del libro Homenaje de Asturias a don Claudio Sánchez Albornoz, editado por la Caja de Ahorros de Asturias.

Agustín Santarúa fue portador de cartas de los vicepresidentes de la Fundación Príncipe de Asturias, Agustín Antuña, Adolfo Barthe y Rafael Fernández, este último, presidente del Consejo Regional de Asturias. Dichas cartas solicitaban a Sánchez Albornoz que aceptase ser el primer miembro de honor de la Fundación Príncipe de Asturias.

Regreso

El acto fue sencillo y emotivo. Sánchez Albornoz hizo servir coñá español; vestía un traje negro a rayas, con chaleco, cruzado por una delgada cadena de oro; le brillaban sus ojos oscuros, increiblemente vivaces, y bromeó para ocultar la emoción: «Estoy a la disposición de ustedes, pero quizá por muy poco tiempo: estoy muy cansado y, sobre todo, muy viejo: son 87 años y ocho meses ... ».Pese a todo, Sánchez Albornoz viajará a España la próxima primavera. «No sé...,estoy tan cansado ... », se lamenta. Pero su lucidez, su memoria, su fluidez verbal, son realmente admirables.

Claudio Sánchez Albornoz habla y habla, y desgrana anécdotas y recuerdos. En un momento dado, se levanta de su sillón favorito, junto al teléfono, pasa a su despacho barroco, lleno de periódicos, revistas, pruebas de imprenta, libros -es muy posible que done su biblioteca a la Fundación-, incluso recibos, bibelots y porcelanas de Talavera. Busca, impaciente, un cuaderno, desenrosca una vieja pluma estilográfica Waterman y escribe una carta, que copiamos: «Al presidente de la Fundación Príncipe de Asturias. Querido amigo: Me emociona con su propuesta de hacerme miembro honorario de la Fundación Príncipe de Asturias. De nada puedo servirles a ustedes, pero cuentan desde ahora con mi nombre y colaboración entusiasta. Me encantará poderles ver en Oviedo y Covadonga. Lo dudo, porque estoy muy viejo y muy agotado. De todos modos, Dios dirá. Muchas gracias y un abrazo de su buen amigo, Claudio Sánchez Albornoz».

Sánchez Albornoz repite, con emoción, las palabras que pronunció en el Centro Asturiano de Buenos Aires hace un año, cuando se le nombró hijo adoptivo de Asturias: «Cuando me lleven a enterrar a Avila, al lado de mis padres, de mi hermano, de la madre de mis hijos, os pido que renovéis una vieja costumbre: cuando yo era pequeño, se anunciaba a los muertos desde la torre de la iglesia. Un niño tocaba una campana y gritaba: "Por el alma de Lorenzo, el carpintero; o por el alma de Juan, el panadero". Hoy ya no se hace eso, pero yo pido a los asturianos que, cuando llegue mi hora, desde lo alto de la torre mocha de San Pedro, vecina a la casa de mis padres, que ya no existe, un monaguillo toque la campana y grite luego: "Por el alma de Claudio Sánchez Albornoz, que murió en la Argentina adorando a España"».

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_