Gadafi predica en Madrid, en conexión por satélite, la "Tercera Vía Universal"
Por primera vez desde su acceso al poder en 1969, el líder libio Muamar el Gadafi se prestó ayer a responder en directo a las preguntas de un auditorio: trescientos profesores, catdráticos y algunos alumnos de la facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Durante más de hora y media varias decenas de estudiantes y 250 profesores y catedráticos de veinticinco países -desde India a la Isla Mauricio, pasando por Turquía, Chile y, por supuesto, España- invitados por las autoridades libias, con todos los gastos pagados, a participar en Madrid, durante cuatro días, en el coloquio internacional sobre el pensamiento de Muamar el Gadafi y el Libro Verde pudieron interrogar personalmente al máximo dirigente de Libia.Una conexión con Trípoli, vía satélite -la primera entre España y Libia- fue la azaña tecnológica que permitió a Gadafi seguir, desde su residencia, el coloquio en su totalidad y aparecer posteriormente en las dos pantallas gigantes instaladas en el salón de actos de la facultad de Economía de la UAM para hacer un primer discurso, el miércoles por la tarde y responder, ayer, a las preguntas de los asistentes.
En total, 32 horas de enlace espacial, facturadas a 50.000 pesetas el minuto, que deben haber costado a las arcas de la Yamahiria Libia unos 96 millones de pesetas, aunque se rumorea que la intensa ocupación de la línea de telecomunicación habría valido al tesoro libio una pequeña rebaja.
Televisión Española, cuyos, equipos fueron contratados para asegurar la retransmisión, propuso a las autoridades libias establecer una conexión terrestre, más barata, vía Italia, pero, por temor a una pérdida de calidad y a eventuales incidentes técnicos, los organizadores rechazaron la sugerencia.
Así, los telespectadores libios, que seguían el programa del canal árabe de televisión, no se habrán perdido ni un minuto de las disgresiones a las que puede dar lugar la Tercera Vía Universal, la que supera al capitalismo y al socialismo, gracias a la creación de comités de representación popular, expuesta por Gadafi en los tres pequeños tomos que componen su Libro Verde. Libia, que se comprometió en la Conferencia de Bagdad, junto con los demás países árabes, a subvencionar un fondo de 150 millones de dólares para la ayuda a los palestinos de los territorios ocupados por Israel, ha sido hasta ahora el único miembro de la Liga Arabe que no ha saldado su deuda.
Mientras un enjambre de azafatas repartía, en las puertas del salón de actos, a muchedumbres estudiantiles, periódicos en árabe, llaveros, carteras, retratos de Gadafi y 7.000 ejemplares del Libro Verde, los conferenciantes leían sus ponencias sobre temas tan variados como «La crítica acertada de Gadafi del sistema parlamentarios», «La legislación y la ley social en la Tercera Vía Universal» o «El deporte como aspecto de la civilización humana, según el Libro Verde», cuyo autor, el profesor canadiense Claus J. Herrmann, aprovechó la ocasión para denunciar «el deporte satánico y bestial de la tauromaquia», que suscita «la alegría demente de los espectadores».
Cuando se le pregunta por qué haber elegido a la UAM para esta primicia mundial, el jefe de Prensa libio, Omar Magrabe, contesta que la «autónoma» es «una universidad demócrata que tiene un equipo fabuloso» y que el propio Gadafi recordó en su intervención los lazos que unen a España con el mundo árabe. Los organizadores españoles explican, por su parte, que el rector de la UAM, Pedro Martínez Montávez, conoció personalmente a Muamar el Gadafi el año pasado, en Bengazi (Libia) durante un primer coloquio sobre su libro y que se mostró dispuesto a acoger, en su universidad, a una conferencia similar, siempre y cuando los gastos corriesen a cargo de Yamahiria. «Eso sí», insisten «nosotros no recibimos ninguna contrapartida»
De pronto, la voz se corre por los pasillos: «¡Qué aparece! ¡Que aparece!». Aquellos que se habían ausentado un momento para tomar un té con pastas -sin manteca de cerdo, claro está- aceleran el paso para asistir a la presentación. «Gadafi siempre da la sorpresa», aseguran satisfechos los organizadores libios.
Y, de pronto, aparece, serio, concentrado, vestido con un impermeable verde militar y con un nicky azul. De su persona, dicen las mujeres, emana un flujo magnético.
Con la voz algo tomada por la emocion, cerca de veinticinco invitados se dirigen sucesivamente al «Hermano Gadafi», como le llaman, para preguntarle como María del Mar, estudiante, si asigna a la mujer un papel secundario, o, como el conde italiano de Motelucci, por qué los países árabes intercambian su petróleo contra los símbolos del papel-moneda de Occidente y no contra un valor vinculado a la fuente de la vida.
Gadafi contesta a todos, pausadamente, sonriente y enérgico a la vez, demostrando que posee a la perfección el arte coloquial. Pero ha llegado la hora de despedirse. Lo hace apretando las manos en un adiós fraternal, mientras los asistentes, que le habían escuchado silenciosos y expectantes, le tributan un aplauso de varios minutos.
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