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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La elegante guillotina

FRANCIA ES el último país de Europa occidental que mantiene la pena de muerte. La guillotina forma parte de su folklore nacional, y en las tiendas de souvenirs se venden graciosas y diminutas reproducciones del instrumento macabro, junto a las parejitas de bretones con sombrero redondo, las pequeñas torres Eiffel y las postales tópicas. Madame Guillotine funciona incesantemente desde la revolución; y en estos momentos hay cuatro condenados en espera de la ejecución el más viejo tiene, veintitrés años, y el último -también de veintitrés- ha sido condenado el miércoles pasado; ha pasado largas estancias en hospitales psiquiátricos, y se sospecha firmemente que se va a ejecutar a un loco.Desde el Consejo de Europa a las instituciones humanitarias, los intelectuales, las organizaciones religiosas de numerosos países, se están realizando presiones sobre el Gobierno francés para que, al menos, indulte a los cuatro condenados antes de abrir un proceso abolicionista. No parece que París sea, sensible a esas presiones. El ministro de Justicia, Peyrefitte, ha hablado con desdén del «frenesí abolicionista»; y el presidente Giscard -que, en último caso, sólo puede graciar a instancias de la magistratura y con acuerdo del Consejo de Ministros, pero que puede negar la gracia por sí mismo- tiene graves dudas. Estas dudas dependen en gran parte de su posición electoral.

No es para él un caso nuevo, ha negado ya tres indultos, y los tres condenados fueron guillotinados. Se escuda en

una opinión pública favorable al mantenimiento de la pena de muerte y a su cumplimiento puntual. En la sala de audiencias de Charleville, el público se, puso en pie y ovacionó el anuncio de la pena de muerte. No es toda Francia, ni siquiera la mayo ría, la que aprueba este castigo supremo. Es sólo la clase, el sector social, el gran grupo conservador que da sus votos al centro-derecha el mayoritariamente partidario de la pena de muerte. El presidente Giscard sabe que la izquierda no le va a votar aunque indulte, pero que parte de la derecha puede abandonarle si lo hace. Hay grandes sospechas de que no va a defraudar a su clientela.

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Las nuevas actuaciones de lo que las tricoteuses de la revolución -en la época en la que la derecha era francamente abolicionista, porque era la que se encontraba más próxima a la cuchilla- llamaron Madame Guillotine son una contradicción flagrante con la preocupación minuciosa con que otros círculos en Francia parecen preocuparse de los derechos del hombre, de la exactitud en el cumplimiento de la ley, del humanitarismo; y toda una serie de ideas que sus intelectuales -grandes intelectuales- no cesan, justamente, de irradiar, Pero la Francia oficial, la que se querella contra Le Monde, es sobornada por Bokassa, se inhibe ante el terrorismo etarra, patrocina golpes de Estado en Africa, impide el proceso de unión europea y remeda esperpénticamente, la «grandeur» un

Gaulle es, la de este presidía soñada por el general D dente al que llaman del centro, tiene el porte estirado y los ademanes suaves. Por lo que se dedica a firmar con pulcritud y elegancia las órdenes de ejecución.

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