Terror inventado
Proliferan las películas de terror. Dicen los sociólogos que este género adquiere más éxito cuando los espectadores necesitan desahogar sus angustias colectivas. El cine las asume devolviendo la trariquilidad con un grito justificado y, en la mayoría de los casos, con el relajo de un final feliz. Cuando se sale del cine, han quedado dentro, por unos días, la intranquilidad y el temor hacia el futuro.No todas las películas, sin embargo, son capaces de provocar idéntica terapéutica. De un lado, porque el espectador necesita de ingredientes nuevos para poder asustarse. De otro, porque la ambición de los productores perjudica el final feliz.
El despertar es un buen ejemplo de ello, ya que ni es capaz de inventar nada (son obvias las referencias a El exorcista, entre otras) ni quiere cerrar la puerta a una segunda parte. Cuando la película termina es cuando realmente empieza, así que dentro de poco veremos la continuación. Es decir, estamos ante una especie de fraude. Sin contar con el aburrimiento que provoca la escasa pericia de los guionistas, que necesitan completar la hora y media de proyección sin descubrir nada que se refiera a la película futura; es tanta,lu torpeza que el espectador llega a conocer mucho antes que ellos lo que va a ocurrir.
El despertar
Director: Nike Newell. Basada en una novela de Bram Stocker. Productor: Robert H. Solo. Intérpretes: Charlton Heston, Susannah York, Stephanie Zimbalist. Norteaniericana. Terror. Salas de estreno: Palacio de la Prensa y Velázquez.
Es todo muy obvio y muy conocido, dirigido, además, sin gracia ni imaginación, aunque algún momento aisladísimo pueda sorprender levemente. El cine de terror, agotado el amplio repertorio de los efectos especiales, tiene que apostar fuerte por el subconsciente del espectador.
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