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Entrevista:

Ramón Muriedas inaugura su exposición retrospectiva en la Biblioteca Nacional

La obra del artista cántabro, influida "por los arraigos familiares e ideológicos"

Un significativo escultor español, Ramón Muriedas, cántabro de 42 años, abrió ayer una antología de su obra en el recinto de exposiciones de la Biblioteca Nacional, en Madrid. Muriedas fue premio de la Pequeña Escultura del Consejo de Europa y ha obtenido otros triunfos en diversas bienales, entre ellas las de Budapest y Alejandría.

El trabajo de Muriedas, según se observa en esta exposición retrospectival está lleno de un amplio sentido de lo ecológico y, en cuanto al estilo, se encuentra entre intimista y romántico. Los arraigos familiares y los motivos ideológicos del artista no están ausentes de esta obra, según él mismo revela en esta entrevista.Pregunta. Lo primero que llama la atención en su obra es que, a pesar de las grandes distancias cronológicas, toda ella se puede decir que está realizada dentro de un mismo estilo. ¿A qué se debe esto?

Respuesta. Desde muy joven he estado completamente imbuido de un espíritu naturalista: desde novelas como Pablo y Virginia hasta las texturas de las rocas. Vivo en un mundo lleno de recuerdos y de sugestiones de la naturaleza. Esto ha determinado mi escultura.

P. Junto a esa aparente uniformidad está la obsesión por hacer versiones de cada obra.

R. Creo que es el complemento y busco continuamente enriquecer y, mejorar una idea.

P. Otra constante es el uso exclusivo del barro.

R. Dejoven lo utilizaba por ser la manera más inmediata de hacer lo que me gustaba. Después me atrajo su humedad cálida y su huella. No sería capaz de trabajar con otro material. Mi escultura necesita un calor y una calidad que sólo las proporciona el barro.

P. En la exposición se puede apreciar una evolución hacia aspectos más cotidianos de la representación que evidencian un cierto gusto pop. ¿Cuál será el siguiente paso?

R. Voy a ser más realista, pero nunca un realista, que es muy triste, y, además, siempre debe haber misterio e inquietud. Al espectador hay que darle paz y reconfortarle, y mis esculturas lo hacen: el hombre, el padre, el niño, la mujer. Son temas históricos y psicológicos.

La soledad en el sofá

P. Exaltación de los valores burgueses?R. Sí, son tradicionales o clásicos. La familia, cualquiera que sea su circunstancia: con divorcio o sin él, con mujer o amante, con tía, abuela o ángel de la guarda, siempre tendrá que existir. Pero no me preocupa, porque en el fondo la soledad del hombre en el sofá es una cuestión que atañe a todo el mundo industrial. La única solución es poder llegar a un planeta en el que no se produzca la destrucción del paisaje y la contaminación que hay en éste.

P. Ese planteamiento tal vez exige una militancia que su obra no parece poseer.

R. Quizá tenga razón en cuanto a la anécdota de mis esculturas. Pero esas mujeres volando, que llevo haciendo desde hace muchos años, encierran una evasión; evasión necesaria, no de lujo. Pero el hecho de caminar solo y no estar de acuerdo con muchas cosas ha impedido que la evasión sea todavía más inconsciente que crítica. Pienso que el pop de alguna manera puede permitirme que cuajen estas ideas.

P. Para finalizar, ¿qué valores resaltaría usted de la escultura moderna?

R. Al margen de que me encantan los cinéticos, la solidez y la arquitectura de Henry Moore y el espacio y el aire de Giacometti; ambos han influido en mí. Pero, en definitiva, en escultura se trata de que las cosas pesen, bien se trate de una imagen literaria, bien de una abstracción.

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