Felipe González, el Estado de las autonomías Euskadi y Navarra
Recientemente, el líder del PSOE, Felipe González, ha mantenido un coloquio con la redacción del diario Abc en el que ha explicado algunos de los aspectos de su alternativa política. Uno de los temas que más me ha interesado ha sido el de Navarra, y creo que sus palabras, en relación con esta difícil cuestión, merecen reflexión.Tal como afirma el secretario general del PSOE, dada la actual composición de fuerzas, un solo voto decide en el Parlamento Foral navarro la convocatoria del referéndum que deberá pronunciarse sobre la integración de Navarra en la Comunidad Autónoma Vasca. Y ese voto, al menos en principio, es un voto del PSOE. Todo esto se sobreentiende, aunque no se dice, porque la postura de principio del PSOE sobre el tema era favorable hasta ahora a esa integración.
Sin embargo, a continuación, el líder del PSOE afirma que su posición responsable es que no se celebre el referéndum, porque lo considera la mecha de la guerra civil en Navarra, y que en el caso de que se produjera la consulta popular, los socialistas defenderían la abstención.
La cuestión es adivinar si lo de «posición responsable» no quiere decir en realidad posición menos comprometida. Y ello, no sólo porque los parlamentarios forales del PSOE pueden dar la mayoría a cualquiera de las dos posturas, la favorable o la contraria a la integración, sino porque el propio PSOE, y más concretamente el Partido Socialista de Euskadi, está lejos de tener una opinión unánime sobre el tema.
Ciertamente, los posicionamientos se pueden eludir, pero las responsabilidades políticas no. Y la responsabilidad política del PSOE en el tema de Navarra, y en el futuro de lo que vaya a pasar en el viejo reino, es muy grande.
Las acusaciones al PSOE
Llegados a este punto, creo necesario hacer una importante matización. Desde muchos sectores abertzales, incluídos los del partido al que represento en el Congreso de los Diputados, se han lanzado sobre el PSOE diversas acusaciones sobre su responsabilidad en el deterioro de la situación de Navarra y en el incremento de la violencia. Estas acusaciones han sido contestadas por el PSOE argumentando que el único responsable de la violencia en Navarra es el terrorismo de ETA, y han sido interpretados por ellos como veladas amenazas a los socialistas o, en palabras de Arbeloa en este mismo diario, como «la descarada e intolerable expresión de un calculado chantaje».
Pues bien, tengo que decir, ya que también yo voy a reiterar la opinión de esa responsabilidad, actual y sobre todo futura, del PSOE en ese deterioro, que mis afirmaciones son absolutamente ajenas a cualquier tipo de amenazas, expresas o veladas, sino que son exclusivo producto de una reflexión política -que además no es individual, sino colectiva- sobre las circunstancias que atraviesa Navarra y sobre las posibilidades de superar esa situación de división y enfrentamiento, esa situación social de violencia, que yo entiendo como algo más profundo que la existencia de actos violentos. Y tengo que decirlo, además, desde esa voluntad de normalización política que es una constante en toda la trayectoria de Euskadiko Ezkerra y que ya nadie que tenga el más mínimo grado de lucidez puede atreverse a poner en duda.
Sin embargo, mi crítica hacia lo que ha expresado Felipe González en su coloquio con el diario Abc va a situarse en un plano distinto del de otras de esas acusaciones a las que me he referido antes. No voy a acusar al PSOE de «traidor al pueblo vasco», de «cómplice de la represión», ni de «culpable de ahondar las divisiones del pueblo navarro». Voy a intentar situarme en la perspectiva de un diputado del Congreso, representante no sólo de mis electores de Guipúzcoa, sino de todos los pueblos que configuran el Estado español -como tantas veces nos lo recuerdan los teóricos de la Constitución- y que creo sinceramente que aspiran a formas de convivencia no impuestas por ningún centralismo, sino basadas en el diálogo mutuo, en el respeto a la personalidad y dinámica propias de cada uno y en la solidaridad.
Gravedad de las afirmaciones de Felipe
Y es desde esta perspectiva desde la cual resalta aún más la gravedad de las afirmaciones de Felipe González. Nadie en su sano juicio puede esperar que la transición de un modelo de Estado fuertemente centralizado a otro de tipo autonómico pueda darse sin conflictos, y más todavía si como en nuestro caso no se trata sólo de un problema de mera organización del Estado, sino, sobre todo, de un problema profundarrieme político, de un problema que arranca de la existencia en el seno del Estado de nacionalidades perfectamente diferenciadas, un problema agudizado aún más por la carga de irracionalidad y violencia de cuarenta años de dictadura.
El problema navarro es quizá el más agudo de todos los que plantea la construcción del Estado de las autonomías, por todo lo dicho anteriormente y porque además se da el hecho de una fuerte división en la sociedad civil navarra entre los partidarios y los adversarios de una integración en la Comunidad Autónoma Vasca, división que por otra parte se muestra también territorialmente. El gran fraude de los navarristas es que pretenden convertir en un enfrentamiento entre Navarra y Euskadi lo que en realidad es una división y una confrontación internas de la propia Navarra.
Ante una situación como ésta no cabe otra salida en un sistema democrático que la que todos apoyan teóricamente: el libre pronunciamiento del pueblo navarro. Y éso no tiene más que una plasmación concreta posible: el referéndum. El afirmar que el referéndum sería el punto de partida de la guerra civil, y mucho más aún, el postular, en caso de que se celebrase, la abstención, es, a nuestro juicio, de una irresponsabilidad evidente. Pero escuchar esas palabras en boca del aspirante de la izquierda a la presidencia del Gobierno, a quien hemos apoyado en mociones de censura y en cuestiones de confianza, resulta totalmente decepcionante. ¿Necesita Felipe González que se le recuerde la propaganda de su partido contra la UCD con ocasión del referéndum andaluz? El paralelismo de la evolución del PSOE en el tema navarro respecto a la del partido del Gobierno con la vía del 151 para Andalucía no se le escapa a nadie.
Nadie le va a responsabilizar de la guerra civil
Que no se preocupe Felipe González. Nadie le va a echar la responsabilidad de desatar la guerra civil en Navarra porque su partido apoye la celebración de un referéndum, ni mucho menos porque defina una posición en caso de que se celebre. El problema es otro. Detonantes para la actual situación en Navarra no van a faltar si continúa dándose la falta de diálogo entro los partidos representativos de Navarra. Y actitudes como el último acuerdo de la Diputación, que significa la prohibición de que en los ayuntamientos de Navarra que lo deseen pueda ondear la ikurriña no son precisamente pacificadoras. Especialmente si se tiene en cuenta que en no pocos de ellos la colocación de la ikurriña -tema polémico- se había resuelto precisamente por el método de celebrar un referéndum municipal.
La ambigüedad del PSOE respecto a Navarra tiene explicaciones distintas que las de la «serledad» y «responsabilidad». La verdad es que de las seis merindades navarras, en las dos de Pamplona -capital y comarca- la zona más próxima a Guipúzcoa, Herri Batasuna obtuvo nueve parlamentarios forales y el PSOE sólo seis. En tres de las otras, las candidaturas unitarias de fuerzas abertzales y de la izquierda obtuvieron siete, y el PSOE, cinco. En la merindad de Tudela, la única candidatura que apoyaba expresamente la integración, UNAI -actualmente PT- obtuvo un solo parlamentario, frente a cuatro del PSOE. La verdad es entonces que la ambigüedad del PSOE en este terreno es un reflejo de la indefinición de su electorado, y de su carácter de fuerza hegemónica precisamente en la zona de Navarra donde la sensibilización ante el tema de Euskadi es menor.
Esta es, desde luego, una explicación lógica -aunque sin demasiado futuro-, desde una perspectiva puramente local. Pero desde la perspectiva del diseño del Estado de las Autonomías dice muy poco de la coherencia del modelo del PSOE e incluso de la posibilidad de existencia de dicho modelo. En otro momento de su coloquio, Felipe González afirmaba que a partir de 1983 sólo se podrá gobernar en coalición, a causa de la potenciación de los nacionalismos por parte de Suárez. Esa frase tiene, desde luego, muchas interpretaciones y yo no voy a aventurar ninguna, pero de lo que sí estoy seguro es de que el fracaso electoral de los grandes partidos estatales en las nacionalidades no se debe a otra cosa que a la falta de credibilidad, bien de su voluntad autonomista,bien de la coherencia de su proyecto autonómico.Prueba de madurez políticaEl caso de Navarra es una prueba de madurez política para todos los partidos. La política de amejoramiento foral que están llevando juntos UCD, el PSOE y UPN no es, en modo alguno, una solución satisfactoria. Y ello no porque se trate de aumentar las competencias de Navarra, que en eso estamos todos de acuerdo, sino porque se intenta imponer a los partidarios de la integración de Navarra en Euskadi o de Euskadi en Navarra, que tanto da una cosa como la otra, una política de hechos consumados que es muy peligrosa, porque su efecto no sería otro que el de aumentar la exasperación de muchos navarros. El evitar esa radicalización, el conseguir negociar unos procedimientos democráticos para resolver el problema y el garantizar el respeto a lo que de ellos resulte, sería un importantísimo triunfo para la democracia.
Pero es una prueba de madurez política especialmente para el PSOE. Porque a muchos militantes del Partido Socialista de Euskadi se les cae ya la cara de vergüenza al preguntarles por algunas posicíones de sus companeros navarros, pero más que la cara se les caen sus, previsiones electorales en las tres provincias de la Comunidad Autónoma Vasca. ¿Y cómo espera Felipe González que creamos en la seriedad de su proyecto de Estado autonómico, si ni siquiera en su partido lo asumen consecuentemente?
En el caso de Navarra, el PSOE debe definir su postura claramente. ¿Continúa siendo ésta favorable a la integración, con todas las precauciones y todas las negociaciones necesarias para evitar la crispación y las tensiones en Navarra, manteniendo así el Pacto Autonómico de 1977, o por el contrario, la nueva posición del PSOE consiste en configurar a Navarra, a través del amejoramiento foral, como una Comunidad Autónoma? Porque, no nos engañemos, las dos únicas salidas posibles a largo plazo son estas. El defender una de ellas, curisiderando lo que sea más favorable para la estabilidad democrática y más acorde con una concepción desde la izquierda del Estado de las autonomías como traducción posibilista del Estado federal que toda la vida han defendido los socialistas españoles, es una responsabilidad que el PSOE no puede eludir por más tiempo.
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