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Insistentes rumores sobre un cambio político en El Salvador propiciado por el persistente clima de violencia

A un año del golpe militar que derribó al general Carlos Humberto Romero, para instalar en el poder a la actual Junta gobernante de El Salvador, son cada vez más insistentes los rumores que apuntan hacia una solución de recambio. Coincidiendo precisamente con este primer aniversario, que se cumple hoy, incluso los propios empresarios han abierto por primera vez un frente crítico. Las dos organizaciones empresariales más importantes del país, la Cámara de Comercio y la Asociación de Industriales, han pagado grandes anuncios en los periódicos para poner de manifiesto que la situación económica del país alcanza ya niveles críticos.

El hecho de que ambos comunicados hayan salido a la luz simultáneamente y en términos tan duros hace pensar a muchos observadores que incluso el gran capital ha retirado su apoyo a la junta formada por militares y democristianos. Por otra parte, los actuales gobernantes tienen cada día más dificultades para mantener su teoría de que en El Salvador no existe ninguna guerra civil y que todo se limita a una lucha sorda entre extremistas de derecha y extremistas de izquierda.

El argumento empleado para derribar al general Romero -la represión generalizada- podría servir hoy para cualquier intento de cambio. De hecho, el número de asesinatos por parte de las fuerzas paramilitares aumentó, en el transcurso del presente año, hasta alcanzar el increíble promedio de treinta muertos diarios. Esta cifra se mantuvo también el día anterior a este primer aniversario de la Junta.

De los treinta cadáveres descubiertos ayer en distintos puntos del país, catorce corresponden a otros tantos civiles que murieron degollados en la población del Conogo, a unos setenta kilómetros al oeste de la capital. Según testigos presenciales, un grupo de personas que no vestía uniforme llegó al pueblo y mató, en presencia de sus vecinos, a las catorce personas, entre las que figuraba una niña de dieciocho meses.

Bombardeos aéreos contra los guerrilleros

Aunque la Junta culpa de estos crímenes a los grupos guerrilleros, ninguna fuente solvente duda en señalar a los grupos de extrema derecha como culpables de estas matanzas, que comienzan ya a ser indiscriminadas y colectivas. La impotencia del equipo gobernante para controlar la situación le lleva a utilizar incluso aviones para bombardear aldeas del norte del país, donde los guerrilleros se han hecho fuertes. El Ejército ha abandonado ya de hecho estos pueblos y se limita a entrar en ellos por sorpresa y matar en cada operación a varias decenas de personas, a las que acusa de colaborar con la guerrilla.No parece, sin embargo, que las fuerzas de oposición tengan aún ni la fuerza ni la cohesión necesarias para emprender esa «batalla final» que han anunciado ya una decena de veces en lo que va de año y que hasta ahora ha servido para que el Gobierno intensifique en cada ocasión sus persecuciones. Hasta once formaciones políticas disponen de su propio aparato armado y los intentos por unificar esta «sopa de siglas» no terminan de cuajar.

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