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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mediocridad

Don Pablos, el Buscón, tuvo una madre que Quevedo describió, en los comienzos de su novela, a imagen y semejanza de la Celestina, alcahueta y medio bruja. Domingo Miras representa este personaje apenas tratado por Quevedo, y le da el nombre de La Saturna. Con el afán didáctico y político de explicarla por la presión dominante de la sociedad de su tiempo -como un reflejo lejano de Brecht, de la Madre Coraje-, Domingo Miras dulcifica y justifica tanto al personaje que salvo en alguna escena inconexa con la totalidad, resulta una buena madre de familia sacrificada por el bienestar de los suyos; una pobre mujer del pueblo, que termina llegando a la famosa y dudosa «toma de conciencia».Debe producirse esta conversión a lo largo de un viaje, como es preceptivo en esta clase de literatura -desde el mismo Brecht hasta El puente, de Bardem- donde lo que ve y sufre la alecciona y donde ha de describirse la realidad sórdida de la España de su tiempo, con alguna transparencia sobre el nuestro o, mejor, sobre aquel en que Miras escribió su comedia, que pertenece a ese «teatro maldito» más conocido por lecturas que por representaciones.

La Saturna,

de Domingo Miras. Intérpretes: Francisco Merino, Francisco Piquer. María Carrasco, María Mesa, Julia Trujillo, Trini Alonso, Charo Moreno, María Jesús Hoyos, Teófilo Calle, Miguel Palenzuela, Manuel Gómez Alvarez, Alfonso del Real, Gabriel Calatayud, Carlos Aranda, David Frigols, de la Compañía Española de Teatro Clásico. Escenario y dirección de Manuel Canseco. Estreno: Centro Cultural de la Villa de Madrid. 8-10-1980.

Escenas cortas características -lo que el marxismo llamó «personajes típicos en situaciones típicas»- con el soldado fanfarrón pero acobardado, los cómicos de la legua maltratados, el gran señor rijoso y hasta el fantasma de Felipe II; un lenguaje postizo, de imitación del castellano del siglo XVIII, y a salto de mata, de cuando en cuando, alguna moraleja. Todo muy sabido, todo con la sensación de haberlo visto mil veces; se va alargando -a pesar de algunos cortes sobre los textos anteriores- sin demasiada fuerza.

Las intenciones del autor, según las expresa en el programa, son mejores de lo qué en la realidad llega al público. La dirección de Manuel Canseco es la habitual en él: un decorado muy somero, compuesto de móviles y carras para poder subrayar los cambios de escena, simplicidad necesaria y aceptable si no estuviera realizada con verdadera fealdad, cuadros plásticos de personajes y escaso movimiento.

Julia Trujillo, que trabaja denodadamente en el personaje de La Saturna, será probablemente muy buena actriz cuando consiga limpiarse un tonillo que tiene para decir la prosa. Hay aportaciones de interpretación estimables, como la de Trini Alonso, Francisco Merino, Teófilo Calle, Francisco Piquer y el oficio antiguo de Alfonso del Real.

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