Iglesia, universidad y disidencia, tres fuerzas sociales con futuro
«Hay algunos indicios que hacen suponer que la Iglesia está detrás de todo el actual movimiento obrero», afirma el profesor Kienewicz, y argumenta que ciertas personas, de segunda fila, pero importantes en la organización de las huelgas, fueron también las encargadas de organizar la visita de Juan Pablo II a Polonia en 1979.Del papel jugado por la Iglesia en la crisis huelguística no cabe la menor duda. Un funcionario del Ministerio polaco de Asuntos Exteriores afirmó que a lo largo del conflicto el contacto entre el Vaticano y Varsovia era permanente. «Altos responsables de nuestra embajada en Roma visitaban al menos una vez diaria la secretaría vaticana».
La misma fuente añade que «la actitud prudente de la Iglesia durante el conflicto ha sentado las bases para una mejora considerable en las relaciones entre esta institución y el Estado».
Periodistas polacos y miembros de la oposición aseguran que pocas fechas después del inicio de las huelgas en Gdansk, probablemente el 16 ó 17 de agosto pasado, el primado de Polonia, Stefan Wyszynski, y el entonces primer secretario del POUP, Edvard Gierek, mantuvieron una entrevista en la que se solicitó el concurso apaciguador del primero. Sin embargo, rumores procedentes de varios conductos aseguran que la política interna de la Iglesia católica polaca está dirigida por el propio Juan Pablo II, quien siendo ya arzobispo de Cracovia era el más firme candidato a la sustitución de Wyszynski y principal estratega del catolicismo en Polonia.
Junto a las recientes concesiones otorgadas por las autoridades comunistas a los católicos en cuanto a libertad de expresión y su reconocimiento como fuerza mediadora importante (véase entrevista contigua), hay un desconocimiento provocado sobre el verdadero papel que puede jugar en el futuro la Iglesia si la situación se endurece de forma alarmante. El obispo auxiliar de Gdansk, Kazimierz, se negó sistemáticamente a hablar del papel de la Iglesia entre los obreros de los astilleros, la posición ante los acontecimientos en la cúspide del partido o tan siquiera hacer alguna precisión sobre la base real del catolicismo entre los obreros polacos.
En los medios parroquiales se comenta que el clero de base está dividido, de forma genérica, en tres grupos. Los sacerdotes totalmente despolitizados, un grupo más numeroso que obedece ciegamente las consignas del primado, ya sean éstas más moderadas o menos radicales, y, finalmente, los más progresistas, que en sus intervenciones denuncian sistemáticamente los problemas que tiene la población, caso de varios párrocos de Silesia, que en sus homilías de la Navidad del año pasado se refirieron al desabastecimiento de carne a la población; pero, se añade, «la crítica de estos últimos nunca va dirigida directamente contra el sistema político».
En la actualidad, el 95% de la población se considera católica, con un 70% de practicantes, «entre los que se incluyen miembros del propio comité-central del POUP».
La incógnita estudiantil
A un mes de la inauguración oficial del curso universitario polaco, la tensión en la universidad es reconocida por los profesores y algunos alumnos que realizan las pruebas de septiembre. Para todos es, además, una incógnita la futura posición de los estudiantes.
Hasta el momento hay la seguridad de que los universitarios intentarán «alguna cosa» en apoyo de las reivindicaciones obreras. La manera es lo que más preocupa a los profesores y compañeros más realistas.
Una posición violenta, similar a la que se desencadenó en 1968, conduciría, al decir de los más, a una manipulación por el Gobierno del movimiento estudiantil. Una contestación tan directa contra el sistema sería utilizada por el partido para justificar un frenazo al proceso liberalizador en base a una eventual «campaña antisocialista».
Para un catedrático de Filología, los estudiantes más radicales son quienes formarán la «futura inteligencia polaca»: su ideología es «nacionalista y anticomunista», y sus métodos, próximos a los estudiantes occidentales de principios de los setenta. que generaron los grupos terroristas, «aunque es prácticamente imposible la formación de un grupo de tales características en Polonia por la propia estructuración social y las dificultades de movimiento, para la compra de pisos, coches y armas, que serviría de infraestructura a un grupo terrorista».
Algunas personas que han hablado confiadamente con este grupo radical aseguran que su acción está encaminada a conseguir «la independencia nacional, con la expulsión de los soviéticos y la creación de un sistema pluripartidista», y, como ellos mismos habrían confesado, «ejecutar a los responsables comunistas que han llevado a Polonia a la situación actual».
La disidencia como forma de oposición
Un total de once grupos políticos e intelectuales conforman lo que se llamaría disidencia, según los cánones típicos en la Europa del Este, pero que en Polonia son una oposición. Desde los intelectuales del KOR, el ROPCIO (defensa de los derechos humanos) y la universidad volante (TKN), pasando por unos primitivos sindicatos libres (WZZ), hasta llegar a la Confederación de Polonia Independiente (KPN), que es un partido político, la oposición, que jugó un papel mediador de las comunicaciones en el primer momento del estallido huelguístico del Báltico, parece haber cerrado filas ahora en apoyo de los nuevos sindicalistas que se han constituido en la vanguardia de la lucha contrael sistema.
El portavoz del KOR, Jacek Kuron, manifiesta que los acuerdos firmados en Gdarisk posibilitan «a largo plazo» que ciertas formas de. oposición accedan a la gestión, «porque el papel predominante del POUP se ha reconocido en la dirección del Estado y no del Gobierno». Una sutileza que para diplomáticos y polacos consultados no deja de tener un cierto irrealismo político.
Sin embargo, el partido podría pedir la colaboración de personas ,del grtipo Experiencia y Futuro (DIP), formado por más de un centenar de personas, católicas, independientes y miembros del POUP; se dice que está vinculado al propio Stefan Olszowski. El DIP presentó la primavera pasada un programa basado en la preservación del nacionalismo y reformas tendentes a crear un sistema autogestionarlo. «Un poco tarde», dice un profesor; «hoy el régimen está a cero en crédito moral».
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