En directo o con censura
Es intolerable la tomadura de pelo a que trata de acostumbrarnos Televisión Española. Nos temíamos mucha gente que uno de sus pocos programas buenos, que es La clave, antes o después se vería directamente acosado por los «fantasmas» de esa santa casa que es Prado del Rey, y así ha sido.Aparte de los ya conocidos vetos a determinados temas y otras gracias, esta semana pasada han dicho, van y dicen, que se gastan mucho dinero en hacer La clave en directo los sábados, y no quieren justificar -cuando las críticas son numerosas-, el porqué de unas entrevistas vía satélite, en directo, de unas escenas tan estáticas como las de cualquier presidente latinoamericano o similar, que en su despacho, y frente a un señor aburridísimo, contesta a sus aburridísimas preguntas, las cuales igual respuesta tendrían hoy que mañana, que el año que viene, porque ya nos las sabemos de memoria.
Aprovechan las circunstancias de que por vacaciones se hayan emitido algunos programas en diferido para ver si el personal de frente al televisor se despista y admite como «normal» algo que es sólo temporal, para aplicar así, tranquilamente, su censura encubierta.
La clave tiene, según Balbín -y según un gran número de asiduos espectadores que participan de algún modo en el coloquio-, su razón de ser en el hecho de que es una emisión en directo.
Y no se le dé más vueltas al asunto; si no lo solucionan es porque no quieren, pues a todo el mundo se le ha ocurrido algo tan simple como el cambiar el programa del sábado al viernes, ya que sólo sería necesario trasladar la película de este día al siguiente. El propio Balbín lo ha propuesto, y hasta ahora los responsables del asunto, «como quien ve llover».
Que ya está bien, señores importantes del Prado ese, déjennos La clave en directo con su coloquio y preguntas, y si son tan demócratas y administran tan bien las aportaciones del sufrido contribuyente, como pretenden hacernos creer, hagan un coloquio en directo sobre los programas y sobre la administración de RTVE. Las cosas quedarían más claras y los espectadores y «paganos» más contentos, o tal vez menos.
