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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un programa de UCD

EL DISCURSO del presidente del Gobierno, ayer, en las Cortes, constituyó, sin duda, lo más parecido a un programa de gobierno que hemos podido ver los españoles desde los comienzos de la democracia. Pronunciado con pulcritud y sin pasión, resultó más largo que lo que debiera, y seguramente decepcionó al electorado, que esperaba y espera de este Pleno parlamentario una respuesta ilusionante a los problemas políticos del país. El discurso tuvo, en cualquier caso, propuestas interesantes respecto al desarrollo de las libertades, una oferta todavía ambigua y genérica de política económica y una nueva receta para las autonomías. No dijo nada censurable el presidente del Gobierno, pero la virtualidad de los puntos que expuso reside, fundamentalmente, en su realización, y no en su enunciación, por buena que ésta sea.En un análisis más somero de la parte económica del parlamento de Suárez se puede decir que en todo aquello que no fue la exposición puntual de su programa mantuvo un tono discreto y pedagógicamente eficaz, sólo insuficiente en el contexto de dramatismo y excepcionalidad que suele rodear las apariciones de Adolfo Suárez. La descripción de la situación económica, el diagnóstico de sus males y el esbozo de los remedios aplicables es algo que el presidente del Gobierno debe exponer a los ciudadanos con mayor frecuencia y menor énfasis. De esa parte de su intervención dedicada a la economía habría que criticar además una cierta propensión a los eufemismos.

También en el análisis del desenfreno en los gastos públicos corrientes permanece la tendencia del Gobierno a exportar hacia la sociedad los factores que lo originan y silenciar sus propias responsabilidades. Nadie puede negar que el desmesurado crecimiento de los gastos públicos corrientes tiene las causas externas señaladas por el presidente del Gobierno. Ahora bien, cuando el poder ejecutivo se critica por su excesiva generosidad para con los pensionistas, los ex combatientes, los desempleados o los trabajadores en sectores en crisis, no debe guardar silencio sobre sus propias prodigalidades internas.

Fue mejor la parte de la intervención del presidente dedicada al ejercicio de las libertades públicas, que incluyó interesantes reflexiones y observaciones acerca de la organización judicial y del ministerio fiscal. No resulta fácil saber, sin embargo, cuál es la línea conductora de esa anunciada reforma ni el contenido real del Estatuto de Libertades Públicas y de Amparo Judicial, que el Gobierno declara ya concluido, es decir, finalizado antes de la crisis ministerial y de la designación de Francisco Fernández Ordóñez como ministro de Justicia y de Desarrollo Constitucional. Sorprende, por lo demás, que en el apartado en que aludió a la ley de Libertad Religiosa y la ley sobre el derecho a la intimidad personal y familiar no hiciera Adolfo Suárez la más mínima referencia a la ley del divorcio.

La sección del discurso dedicada al Estado de las autonomías constituye un nuevo viraje de la estrategia autonomista de UCD. Entre la tabla de quesos de Clavero y el café para todos de Pérez-Llorca se adivina una tercera oferta. Para Galicia parece apuntarse una manera de corregir los errores cometidos, sin necesidad de remitir de nuevo el Estatuto al Congreso. Con respecto a Andalucía, el Gobierno parece resuelto a inventarse una nueva aritmética política, de forma tal que la suma de 143 y 144 arroje como total 151. La referencia a la insularidad permite prever un régimen excepcional para el archipiélago canario y tal vez para el archipiélago balear. Lástima que la alusión al hecho foral no fuera aclarada con alguna referencia explícita a la cuestión de Navarra, blanco en su discurso que la conflictiva situación del antiguo reino y la decisiva influencia que sobre el futuro de la comunidad autónoma de Euskadi tendrá su desarrollo aconseja llenar cuanto antes.

Este comentario no puede dar cuenta, por razones de urgencia, de la mayoría de los puntos de la intervención del presidente del Gobierno sobre otros aspectos del desarrollo de la Constitución y la organización territorial del Estado, entre las que es preciso elogiar la voluntad de fomentar los ámbitos de competencia y la financiación de la Administración local. Tampoco resulta posible analizar una por una las medidas de política económica propuestas, si bien resulta evidente su elevado nivel de generalidad.

Por lo demás, el programa gubernamental será sometido hoy a un estrecho escrutinio por los líderes de la oposición que, contando con la colaboración de Landelino Lavilla como presidente del Congreso, lograron una pausa de veinticuatro horas para reflexionar sobre las cuestiones planteadas por Adolfo Suárez. Tal vez una mayor preparación de los diputados para el juego parlamentario, y el estudio previo por los estados mayores de los partidos de los escenarios posibles en los que presumiblemente se movería el discurso del presidente, hubieran permitido que esa abrupta interrupción del Pleno no se produjera. En cualquier caso, cabe confiar en que Adolfo Suárez y su equipo ministerial aceptarán hoy de buen grado los usos de un debate parlamentario y darán cumplida respuesta a las críticas y a las peticiones de explicación o de detalles que les dirijan los representantes de los demás grupos. Los hábitos democráticos ganarían si este nuevo debate, transmitido por radio y televisión, contribuyera a que la distancia entre los representantes de la soberanía popular y los ciudadanos se redujera gracias al planteamiento en el Congreso de las grandes cuestiones de la política nacional y de las propuestas que los diferentes partidos adelantan para solucionarlas.

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