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Reportaje:Guerra, paz y neutrones / y 3

La introducción de la bomba de neutrones cambia radicalmente la estrategia de la disuasión

La última marioneta atómica regalada al teatro europeo se llama bomba de neutrones. Tras la bomba A y la bomba de hidrógeno (bomba H), el arma neutrónica genera un amplio debate político-militar que el inventor de esta bomba nuclear de bolsillo, el sabio americano Samuel Cohen y el coronel francés Marc Geneste han expuesto recientemente en el libro Echec à la guerre, la bombe á neutrons (Jaque a la guerra: la bomba de neutrones), donde analizan las aplicaciones y las consecuencias estratégicas y políticas de esta nueva arma que la panoplia nuclear francesa acaba de adoptar.La bomba de neutrones fue inventada en Estados Unidos, hace veintitrés años, por Samuel Cohen. El que los norteamericanos la hayan mantenido tanto tiempo en la nevera, como lo han hecho los soviéticos -que también la pueden fabricar en serie-, no es gratuito, como se verá. Su reciente puesta de moda se debe a que el presidente francés Valery Giscard d'Estaing anunció, en su última conferencia de Prensa, que Francia también estaba a punto de fabricarla.

Currículo técnico: hay que recordar que las bombas atómicas experimentadas (la A y la H) poseen tres efectos: soplido, calor y radiaciones. En esas bombas, las radiaciones mortales van camufladas en el soplo y en el calor cataclismales que destruyen e incendian todo. Las investigaciones de Samuel Cohen le condujeron a la elaboración de una bomba radicalmente distinta, en la que el soplo y el fuego han quedado reducidos a nada prácticamente (el 20%), y en la que las radiaciones de los neutrones mortíferos alcanzan su desarrollo máximo (el 80%). Por eso, a la bomba de neutrones, los técnicos y políticos, en un alarde de pudor ejemplar, la llaman bomba de radiaciones reforzadas. Esto quiere decir que al desaparecer los efectos destructores del soplo y del calor sólo actúan las radiaciones contra los hombres. He aquí la gran virtud de la bomba N: mata a los seres humanos y respeta las casas, las flores, las fábricas; en suma, a todo el entorno.

La bomba N es fácilmente manejable: pesa alrededor de doscientos kilos y pueden transportarla un camión, un barco, un avión o un submarino, y se lanza desde una rampa o por medio de cañones o misiles. Prácticamente es una bomba de bolsillo. Su radio de acción es limitado: una bomba N de una kilotonelada barre todo lo que encuentre en una superficie de tres kilómetros cuadrados; pero lo hace de manera limpia, como matizan los técnicos, porque ni destruye ni incendia. Sólo mata a las personas.

Lo expuesto define el valor bélico de la bomba N: se trata de una especie de arma de artillería, pero nuclear, y está destinada, en una guerra convencional, a eliminar al ejército enemigo dejando intacto el material. Por eso se le llama también bomba selectiva y baño de la muerte, porque allí en donde cae sólo quedan vivos los carros; y bomba moral, porque mata a los soldados en el campo de batalla, pero, a causa de su reducido radio de acción respeta a la población civil.

Revolución estratégica

La significación estratégica de un artefacto semejante es revolucionaria. Las leyes tradicionales de la guerra, según las cuales la mejor defensa es el ataque, han sido trastrocadas con la bomba N. En efecto, el eventual atacante se convierte en carne de neutrones a partir del momento en que el atacado se instala de manera adecuada para poder lanzar bombas N que liquidan al ejército enemigo sin causar el más mínimo destrozo, ni en el entorno, ni en el material.

Lo dicho explica la proclamación exaltante del inventor de la bomba N: «La infantería, blindada o no, es decir, la fuerza ofensiva de un ejército, ha perdido todo tipo de protección y se ha convertido en el talón de Aquiles de los sistemas militares. El número y el valor de los combatientes, que le habían garantizado siempre al ataque la superación de todas las defensas irnaginables hasta el día de hoy, ya no tiene sentido alguno frente a la barrera neutrónica».

Pero Sarnuel Cohen va más lejos, al sacar las conclusiones pacifistas de su invento: «Para las naciones realmente sinceras en sus proclamaciones pacíficas, es concebible, en lo sucesivo, sin complejos y sin riesgos, reducir su infantería (las divisiones blindadas y sus escoltas de aviones tácticos) al mínimo necesario, sin recortar el potencial artillero para llevar a cabo la misión defensiva. De esta manera esas naciones probarían a los cuatro vientos que no esconden designios agresivos».

La paz asentada en el terror atómico: la evolución de este postulado, adoptado por EE UU tras la explosión de la bomba A en Hiroshima, explica los aspectos estratégico y político de la bomba N, a nivel de relaciones Este-Oeste, y, en particular, en el marco europeo. La divisa americana, según la cual todo ataque del exterior (de la URSS, concretamente) sería castigado con una respuesta nuclear devastadora, se modificó desde que los demás (la URSS en primer lugar) consiguieron almacenar el mismo terror en sus silos atómicos. A partir de ese momento, la paz ha sido «garantizada» por el equilibrio de los átomos bélicos. Esta neutralización hace temer un nuevo protagonismo de las fuerzas convencionales, es decir, de la guerra clásica. Pero en este terreno, las fuerzas del Pacto de Varsovia son considerablemente superiores a las de la OTAN, hecho que pesa en las negociaciones diplomáticas y en la conducta de la Unión Soviética (ejemplo: Afganistán). ¿Por qué, entonces, EE UU no ha desplegado en el marco de la OTAN su bomba N para, con ello, asegurar la defensa frente a un eventual ataque del Ejército del Este? Aquí entra en juego el proverbio cristiano, «la caridad bien entendida...». Efectivamente, los norteamericanos, abrigados por el Atlántico, no temen las consecuencias de un supuesto ataque aereoterrestre soviético. Su preocupación mayor, y su estrategia consecuente, consiste en defender el santuario nacional, es decir, en prevenir con sus arsenales atómicos estratégicos (la bomba N es táctica, es decir, de batalla terrestre) una locura de Moscú. La estrategia de la flexible reponse (respuesta flexible) elaborada por el equipo de Kennedy a principios de los años sesenta, fue la que suprimió el átomo táctico (bomba N) de la primera línea defensiva de la OTAN; esa misma estrategia decidió que a un ataque convencional del Este Europa Occidental respondería con sus hombres y, llegado el momento, ordenado por Washington (cuando los norteamericanos se vieran realmente amenazados por una salva nuclear), se decidiría el ataque atómico total.

Europa, primera víctima

El problema para Europa Occidental es totalmente distinto, puesto que, en caso de guerra convencional, sería el teatro de operaciones. Por ello, la reaparición de la bomba N, de la mano de Francia, es importante en la medida en que desea tocar las estructuras de la OTAN, dirigidas de manera absolutista por los norteamericanos. Giscard d'Estaing no lo ocultó, al anunciar que Francia posela la bomba limpia: «A Francia le concierne directamente la seguridad de los Estados vecinos».

En la mentalidad del presidente francés, la ruptura con la doctrina de la defensa del santuario nacional por medio de la disuasión estratégica iría en el sentido de la creación de una defensa europea, paralela a la realización de la confederación política de la que el rey Giscard, en su día, desearía ser el primero y el más insigne mandatario.

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