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Reportaje:El difícil futuro de El Salvador / 2

La Junta salvadoreña, una fórmula de derecha para encontrar una salida política

La nueva doctrina Carter parece basarse en el apoyo a regímenes que compartan la doctrina de seguridad nacional con la aplicación de cierta modernización eficaz de la economía; la fórmula es seguridad con desarrollo. El desastre agrícola y la inflación que marcaron el Gobierno de Romero lo condenaban a perder el apoyo de Washington.Es improbable que el Departamento de Estado fuera sorprendido por el golpe de octubre. El partido de Conciliación Nacional, que, por su carácter oficialista en época de Romero, está bien enterado, reveló ahora que, meses antes del golpe, «funcionarios norteamericanos (...) comenzaron a indicar el tipo de salida política que recomendaban al país. La cuestión consistía en limitar las acciones de los grupos de ultraizquierda, evitar la guerra civil y entregar el poder a la democracia cristiana». Es posible, sí, que Washington, ante la multiplicidad de planes conspirativos, haya aguardado hasta que el panorama se aclarase para actuar.

Un resumen de lo ocurrido después es, según muchas fuentes consultadas, como sigue. El Departamento de Estado recelaba por igual de los capitanes «radicales» y de la extrema derecha enquistada en el grupo de los coroneles, de manera que el embajador Frank Levine logró que apareciera en la Junta el coronel Jaime Abdul Gutiérrez, notorio simpatizante de los norteamericanos y moderado con respecto a la derecha militar. Los capitanes neutralizaron a Gutiérrez con otro coronel, Majano, y la extrema derecha se situó en puntos clave: el coronel José Guillermo García, en el Ministerio de Defensa, y el coronel Eugenio Vides Casanova, en la Comandancia de la Guardia Nacional.

La Junta permaneció con tres puestos vacantes desde el 15 al 22 de octubre, porque la democracia cristiana no se decidió a completar la fórmula. La progresía de la universidad católica y de los partidos electorales se adelantó entonces a llenar la Junta y durante tres meses fue un engorro para los militares, hasta que el coronel García provocó un problema de jurisdicciones y los ingenuos civiles (que habían creído posible utilizar a la Junta para un proyecto de verdadero cambio social) dimitieron. Con ellos se fue el tercer civil, representante del empresariado, que no estaba previsto en la fórmula de Levine. (Las oligarquías son ya asociados indeseables en Centroamérica, y el nuevo embajador, Robert White, apenas desembarcado, diría en su discurso: «La extrema derecha salvadoreña no tiene futuro»). En marzo, finalmente, la democracia cristiana fue incorporada y todo quedó en su sitio.

La Junta, pues, no ha sido mediatizada o desviada hacia la derecha; está concebida así desde el principio por el pacto de los conspiradores y su adecuación al modelo que podía otorgarles el respaldo de Estados Unidos. El desequilibrio de sus componentes -un partido civil sin apoyo de bases contra unas fuerzas armadas poseedoras del poder real- probablemente sea también deliberado: la tendencia hacia la derecha puede acentuarse, sin resortes internos que la compensen. Ello conducirá, por supuesto, a que la única valla que pueda ponerse al previsible endurecimiento de la Junta sea la fuerza de la oposición.

Los coroneles simbólicos

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En ese cuadro, el coronel Majano sigue siendo útil, ya que la imagen progresista que se esfuerza en proyectar sirve no sólo a los capitanes, sino también a la derecha, en la maniobra diversionista del programa de reformas. De hecho ha experimentado dos serios recortes de poder: en enero, la derecha militar logró suprimir el Consejo Permanente de las Fuerzas Armadas, un organismo creado por los oficiales jóvenes como enlace entre éstas y el Gobierno (al estilo del Consejo de la Revolución en Portugal), y dispuso que las fuerzas armadas estarían representadas sólo por el Ministerio de Defensa-, en mayo, una votación interna en el Ejército retiró a Majano el mando militar en nombre de la Junta y lo transfirió a Gutiérrez.

La partida aparentemente entablada entre los dos coroneles es artificial, porque son apenas los portavoces de dos tendencias militares que ellos no controlan.

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