La "Juana de Arco" del movimiento obrero
Anna Walentynoviez, de 51 años, es considerada en Gdansk como el símbolo de la lucha contra las injusticias del régimen polaco. Hace unas semanas padeció la acusación de «ladrona», lanzada por la Administración. Ahora se ha convertido en la mujer más popular, si no de Polonia, al menos del litoral báltico.Desde el inicio de la huelga, Anna Walentynovicz, católica ferviente, ha estado a la cabeza de la lucha. Elegida para el presidium del Comité de Huelga Interempresas (MKS), se ha entregado a esta tarea plenamente, convirtiéndose en la Juana de Arco del movimiento obrero polaco.
Pequeña, peinada con un moño y gafas gruesas, parece una mujer como cualquier otra. Una mecha de cabellos rompe su frente arrugada, que preside un rostro anguloso. Modesta, muy tímida, tiene una voz dulce y una sonrisa que expresa bondad.
Desde 1950 trabaja en los astilleros Lenin, primero como soldadora después como conductora de grúas. Años atrás se unió a las juventudes comunistas, pero las abandonó inmediatamente, defraudada.
Defensa de los trabajadores
Su defensa constante de la justicia y, su franqueza al decir lo que piensa, le ha causado siempre graves problemas. Tuvo enfrentamientos con la dirección del partido de su empresa, a raíz de unas denuncias que hizo públicamente contra los privilegios y las injusticias sociales entre los trabajadores. Esto preparó el terreno para que, en 1968, la expulsaran de los astilleros, pero ante la protestas de sus compañeros, la dirección tuvo que dar marcha atrás y readmitirla.
La popularidad de Anna Walentynovicz entre los trabajadores polacos crece día a día. En 1970 organizó la revuelta que acabó violentamente, y se convirtió en blanco de la policía, que la causó problemas constantes. Pero ni las persecuciones ni las vejaciones la asustan.
Está directamente relacionada con el estallido de la huelga que acaba de terminar, y la dirección quiere expulsarla, una vez más, lo que ha vuelto a causar gran malestar y protestas entre los trabajadores.
Una vida dura
Anna Walentynovyz procede de la parte de Ucrania que pertenecía a Polonia antes de la guerra, y lleva siempre consigo una imagen de Jesucristo con la corona de espinas.
Viuda desde hace nueve años, Anna, que ya es abuela, cuenta que su nieto quiere ser Papa cuando sea mayor.
Tuvo una niñez muy dura, como hija adoptiva de unos amigos de sus padres. Su padre murió durante los combates de 1939, su madre en en un bombardeo. Más tarde, su hermano fue deportado a Siberia y nunca más tuvo noticias suyas.
Pero, a pesar de todo, Anna Walentynovicz es hoy una mujer muy feliz. Por primera vez ha ganado la batalla contra el poder: «Es el momerito más hermoso de mi vida; un día que nosotros, los, polacos, esperábamos desde hace 35 años», comentó ayer, mientras que se secaba unas furtivas lágrimas de alegría, cuando volvió a los astilleros, esta vez a trabajar y a seguir luchando, pero en una lucha mucho más esperanzada.
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