_
_
_
_

Avalancha de turistas en las playas de Santander

Imposible encontrar una cama libre este mes de agosto en Santander. Los hoteles registran un lleno total, igual que los campings y alojamientos de todo tipo fuera de registro -se estiman unas 125.000 plazas-, y los viajeros de paso sin reserva deben pernoctar en sus coches o plantar la tienda a campo abierto. La campaña terrorista de ETA en las costas mediterráneas es en gran parte responsable de la inesperada avalancha de turistas que, pese a la generalizada situación de crisis, recibe este año Cantabria, inmune a los atentados por su situación limítrofe con el País Vasco, que la convierte en vanguardia estratégica de los elementos terroristas. La garantía de paz y orden se impone a la garantía de sol, aunque no sea este el mayor aliciente que ofrece al turista Santander.

«Novia del mar vestida de fiesta», «Perla del Cantábrico», «Atenas del Norte»... Al repertorio de epítetos y perífrasis que ha recibido Santander de juglares y poetas, desde Jesús Cancio a Jorge Sepúlveda, se le acaba de añadir el de Costa de la Paz, como empieza a ser conocida y revalorizada en el extranjero desde que comenzó la acción terrorista en los centros turísticos del Mediterráneo.Existe, sin duda, una relación entre el auge de turismo que experimenta Cantabria este verano y las razones de prudencia y seguridad que pesan a la hora de elegir dónde pasar las vacaciones. Pero sería un error olvidar que Santander tiene por propia naturaleza una vocación turística ya tradicional y, a la vez, en expansión, y que está en condiciones de ofrecer alicientes más atractivos y sustanciosos que la mera ausencia de violencia terrorista, por lo demás, algo incontrolable y coyuntural.

Remedando el lenguaje de los folletos propagandísticos, se podría hablar de un clima suave, que, con un poco de suerte, permite ligar bronce cántabro en cantidad, y además el placer de dormir con manta; de treinta kilómetros de playa todavía por contaminar, del pescado fresco; un sinfín de delicias gastronómicas y otros monumentos de interés histórico-artístico-nacional.

Agosto es una feria

En verano, particularmente durante el mes de agosto, Santander capital es una feria perpetua y plural, abierta a todas las edades, gustos y aficiones. Incluye competiciones deportivas, como el encuentro futbolístico Copa Ciudad de Santander; espectáculos taurinos en las fiestas de Santiago y las corridas benéficas de las célebres Hermanitas de la Caridad. Hasta una feria de afirmación ganadera, que instaló por primera vez este año sus pabellones en polémica vecindad con el palacio de La Magdalena, sede de la Universidad Internacional, donde se pudieron admirar bellos ejemplares de vacas frisonas y sementales de tiro, que acudieron el último día a competir.La vida cultural, que durante los meses de verano languidece en todas las ciudades, se anima más que nunca en Santander por estas fechas. Los cursos y conferencias de la Universidad Menéndez y Pelayo, los espectáculos y conciertos del Festival de Música y Danza, el concurso de piano Paloma O'Shea, o el ciclo de música coral y órgano, son los principales componentes del programa de actos culturales, todos ellos encuentros de dimensión internacional.

Caza, pesca, montañismo, tenis, golf..., deportes náuticos, incluido el surf completan la oferta del abanico recreativo: múltiples opciones para ocupar el ocio y llevar a la práctica aquel famoso lema Mens sana et corpore... insepulto.

Los veraneantes

Burgués, tranquilo, familiar. El aumento de turistas no ha modificado el genuino carácter de Santander, tradicional ciudad de veraneo de la respetable mesocracia nacional. En su mayor parte -el 75%-, los visitantes proceden de Barcelona, Madrid, varias ciudades castellanas, como Valladolid, Palencia o Burgos, y Vizcaya, aunque los vascos son menos este año. Suelen ser clientes habituales que vuelven cada temporada a la misma. playa y al mismo apartamento u hotel. La novedad y el cambio no es un ingrediente esencial de su vacación ideal, que consiste en gozar del descanso en un clima apacible, atemperado por la brisa marina y las lluvias intermitentes, cultivar el placer de la buena mesa, la siesta reposada, los juegos y tertulias de terraza o salón y, como distracción complementaria, practicar algún tranquilo deporte y salidas nocturnas al casino o a los conciertos y espectáculos del festival... Todo con mucha mesura y morigeración.Los extranjeros, alemanes e ingleses que embarcan en los ferries Armorique y Brezh-Izel, en Plymouth, respetan la tónica de circunspección general que marcan los veraneantes «históricos». La única alteración del orden público son los embotellamientos del tráfico. «La culpa la tienen los conductores madrileños, que ponen nerviosos a los de aquí, acostumbrados todo el año a una marcha más lenta», es la típica explicación del taxista local.

Un marco retro y camp

El paseo de Pereda, frente a los diques del puerto y los parterres plagados de hortensias, en el centro de la ciudad, y el Salinero, exponente máximo de ese encanto algo caduco y demodée, del aire, entre provinciano, retro y camp, que impregna Santander, capital famosa por su integrismo a ultranza: estos son los dos polos de concentración turística, circuitos de paseo, encuentro y tertulia de los veraneantes.A la caída de la tarde se arraciman en las terrazas del hotel y del casino, «fijas sombras pintadas sobre el verde crepúsculo en penumbra», describió el poeta santanderino José Luis Hidalgo estos entrañables edificios; bajo los toldos de los bares y cafeterías que se alinean a lo largo del paseo; ocupan los sillones plegables de rejilla metálica que el ayuntamiento pone a disposición del público previo pago de dos pesetas.

En este marco posan los veraneantes. Grupos familiares modélicos, como extraídos de una instantánea de Kodak-color, señoras de edad indeterminada, «vestidas para cenar», modelo convencional de boutique cara, y el cabello moldeado en suaves ondas. Caballeros de traje y corbata, con expresión apática de sufrido aburrimiento, y algunos jóvenes que se atreven a llevar vaqueros.

Es curioso el contraste que ofrece el cuadro con las abigarradas imágenes que pueblan las playas meridionales y levantinas. La multitud no es aquí continua exhibición ante sí misma, espectacular desfile de tipos y atuendos insinuantes, grotescos, de exóticos y equívocos travestismos.

Tampoco se ven los puestos callejeros de hippies artesanos o los chiringuitos de hamburguesas incomestibles que proliferan por otras zonas turísticas. Ni esos museos del horror, monumentos kitchs, que son las tiendas de souvenirs. El buen gusto y El gran gusto priva en las playas de Santander. Así se llaman las flotillas de camionetas ambulantes que sacian la sed del baño-sol con helados y refrescos.

Y cuidado las heliófilas intrépidas que se les ocurra prescindir de alguna pieza del biquini: en las playas más concurridas pueden verse, avergonzadas, y hasta detenidas, por algún celoso guardián de la moral y buenas costumbres.

Campistas furtivos, congresos y programas IT

«Hay más turistas que otros años, pero menos dinero», matiza el delegado de Turismo, Javier García-Enterría, el alcance del boom turístico que vive Santander. «Una vez pagado el hospedaje, se restringen gastos superfluos, y esta tendencia al ahorro se detecta, sobre todo en restaurantes, cafeterías y otros establecimientos de índole similar, cuya capacidad de oferta en la provincia es superior a la que poseen los establecimientos hoteleros».«Mucha gente resuelve la comida a base de bocadillos y platos fríos, comprando directamente en ultramarinos y supermercados, que este verano están haciendo su agosto».

La táctica de reducir gastos simplificando la dieta no parece, sin embargo, algo preocupante cuando en la famosa cocina de La Colasa, en Comillas, núcleo de una aristocrática comunidad estival, hay que hacer cola para ocupar una mesa y consumir uno de esos sólidos y nutridos menús de la alta gastronomía cántabra, tan penosos de digerir cuando hace calor.

Los campistas furtivos, que, a falta de plaza en los campings, instalan su tienda en cualquier prado, es un problema originado por la avalancha turística que sí preocupa al delegado de Turismo. «La Guardia Civil los conmina a marcharse, pero si se resisten no pueden hacer nada, porque no se trata de emplear la coacción ni la violencia. A veces, estas ocupaciones provocan conflictos con los propietarios de las tierras».

Los criterios que orientan la promoción del turismo en Santander no están en la línea de estimular el campismo u otras variantes de vacaciones baratas para un turismo popular. «Interesa mantener unas cotas de calidad en las ofertas y en los precios», afirma el señor García-Enterría. «También conviene extender la duración de la temporada, que ahora se concentra en los meses dejulio y agosto».

«Los deportes de invierno, la caza mayor y la pesca de la trucha y del salmón, que en diferentes meses del año se pueden practicar en Cantabria, sería una forma de conseguir esa desestacionalización si los empresarios y promotores organizasen esos programas todo incluido que se llaman paquetes o IT».

«Convertir Santander en sede habitual de convenciones y congresos es otro medio de regularizar la demanda turística. Para ello habría que construir un palacio de congresos, que, por otra parte, ya es necesario para la ciudad. Las instalaciones provisionales de la plaza Porticada, donde se celebra el festival internacional, no reúnen las condiciones adecuadas y más de un director de orquesta se ha negado a actuar aquí por ese motivo ».

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_