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Carter tiene prisa por aclarar el escándalo provocado por su hermano

El presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, parece tener prisa por declarar ante el comité del Senado que investiga las irregularidades presuntamente cometidas por su hermano Billy y sus implicaciones en la Casa Blanca. Esto se deduce de las primeras declaraciones públicas hechas el martes por Jimmy en relación al escándalo protagonizado por Billy.

El primer mandatario estadounidense afirmó estar «ansioso de responder en persona», y «lo más pronto, mejor», a las preguntas que le pueda formular el comité del Senado.Esta urgencia mostrada por Carter puede deberse al deseo de zanjar rápidamente este tema, antes de que, el próximo día 11 de agosto, comience en Nueva York la convención que habrá de nombrar al candidato a la Presidencia por el Partido Demócrata.

Un grupo de importantes personalidades de este partido trata de bloquear la candidatura de Carter, cuya reelección se puede ver gravemente dificultada por este asunto.

Ayer, el periódico The Washington Post (que hace seis años hizo público el escándalo Watergate, que le costó a Nixon la Presidencia), reveló la existencia de una llamada telefónica hecha por Billy Carter a la Casa Blanca pidiendo que el Gobierno suprimiese el embargo dictado contra Libia que impedía la exportación de ocho aviones de transporte Hércules C-130.

La gestión oficiosa de Billy no surtió efecto, y los aviones siguen reposando sobre suelo norteamericano. Al parecer, por éste tipo de gestiones, Billy habría recibido más de quince millones de pesetas.

Carter se encuentra, en cualquier caso, en una situación muy difícil. Los abundantes problemas en el campo de la política internacional y este escándalo de su hermano le han llevado a ser el presidente más impopular de la historia reciente de Estados Unidos. Según una. encuesta, sólo el 22% de los norteamericanos considera positiva su gestión.

Richard Nixon, en junio de 1974, fecha clave en el escándalo Watergate, tenía un 25% de partidarios. Lyndon Johnson, en enero de 1968, en plena guerra de Vietnam, alcanzaba un 32%, mientras Gerald Ford, después de decretar el perdón de Nixon, en enero de 1975, era apreciado por un 36% del pueblo norteamericano.

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