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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sigue el sainete

Las doce en punto es un sainete característico de Carlos Arniches que contiene una pequeña fábula: dos actitudes contrarias ante la vida que terminan en síntesis. Pepe es, puntual, rígido, intransigente, moralista; Alejo es bebedor, amplio de miras, perezoso, divertido, bonachón. Por esos tiempos se discutía ya, en otras categorías, el problema de lo apolíneo y lo dionisiaco: aquí hay un remedo. También hay una caricatura de las dos Españas que, tres años después del estreno de este sainete, llegarían a las armas.Con el desparpajo con que se escribía este teatro menor cambian continuamente las apariencias y las razones de los dos personajes: el que parecía vencedor del primer acto es un fracaso en el segundo, donde se eleva su antagonista; en el tercero, todos se arrepienten un poco: el rígido se ablanda, el vago trabaja, predomina la tolerancia de todos, los que tenían que casarse se casan, y todo acaba repentinamente bien, dentro de la mayor inverosimilitud posible.

Las doce en punto, de Carlos Arniches

Intérpretes: Ana Mariscal, Enrique Navarro, Teresa del Olmo, Pepe Morales, Carlos Torrente, Manolo Andrés, José María Donaire, Carmen Robles, Vanesa Hidalgo, Carlos Ruiz, Etelvina Amat, Manuel S. Arillo y Pepe .Morales. Escenografía de Javier Artiñano. Dirección de Modesto Higueras. Estreno: teatro al aire libre de la plaza de Vázquez de Mella, 23-7-1980

El lenguaje, para qué decirlo tratándose de Arniches, es vivo, saltarín, con la riqueza madrileña de antaño. Está muy adherido a su época, muy repleto de alusiones a su actualidad: se habla de Andrés Saborit, de Besteiro, los jurados mixtos, la casa del pueblo, la revista Estampa y muchas cosas más que se pierden para el público de hoy, salvo el de cierta edad. Es lógico que se haya conservado así, a pesar de esa pérdida: actualizar las alusiones sería crear disónancias. Lo que queda es suficiente: el público se ríe. Juegan siempre los viejos resortes: las exageraciones de caracteres, el énfasis en el hablar, los recursos del tartamudeo y de la borrachera, los personajes muy típicos. Todo ello gusta, y el público realmente popular aplaude escenas sueltas y finales de acto y obra.

La interpretación resulta, en general, demasiado lenta, problema que resulta de que la mayor parte de los actores no se saben el texto y están a la dramática escucha del apuntador. El texto requiere más viveza. De los dos personajes masculinos centrales destaca Manolo Andrés, en Alejo; Enrique, Navarro tiene el personaje difícil y antipático. Ana Mariscal está muy segura en su papel, como Carmen Robles y Teresa del Olmo. El decorado de Artiñano simple; la dirección de Modesto Higueras, convencional.

Los problemas de la representación al aire libre son los mismos que ya quedaron señalados el año pasado: la plaza de Vázquez de Mella no resulta el lugar adecuado, el ruido ambiente es considerable, la falta de vegetación no ahuyenta el calor, la representación con micrófonos es detestable (sitúa todas las voces en un mismo punto, tiene ruidos de fondo, es más una retransmisión, o el equivalente de un play back, que una verdadera representación de teatro, etcétera).

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