El viaje del Papa ha fortalecido las expectativas democráticas en Brasil
Es aún pronto para hacer un balance completo de lo que ha significado para Brasil el viaje de Juan Pablo II. El Papa ha atravesado Brasil de Sur a Norte. Realizó quince vuelos en avión y se dejó ver por más de veinte millones de personas. Todo el país pudo seguir su viaje a través de la televisión, que lo transmitió en directo. Para valorar la importancia de viaje, basta oír a los demócratas brasileños y palpar su alegría.
En las calles, en las plazas, en la cárcel, en las favelas, en las fábricas, e incluso entre los leprosos, que en Brasil son un millón -es decir, uno cada mil habitantes-, la gente ha podido decir y hasta gritar todo lo que no había podido hacer durante los catorce años de dictadura.El presidente de la República, Joao Baptista Figueiredo, ha ordenado confeccionar un libro blanco sobre los discursos del Papa y lo que él ha propuesto en el nuevo curso de democratización del país, para que se vea que existe una gran receptividad. Pero lo que nadie podrá negar es que ciertos gestos de Juan Pablo Il que han hecho estallar el deseo reprimido de libertad de los brasileños, preocupan al sector más duro del régimen. Por ejemplo, su encuentro con los metalúrgicos de Sâo Paulo, que gritaban «¡Libertade, libertade!» y daban vivas al cardenal Arns, una de las ovejas negras para el régimen, que le acusa de ser «comunista»; o el abrazo al legendario Helder Cámara, el arzobispo brasileño más conocido en el mundo entero y más censurado en su país. El pueblo le llamó «rey» ante el Papa.
Hay quien ya ha analizado filológicamente los 32 discursos del Papa en Brasil, para subrayar que las palabras que más ha repetido han sido «justicia social», «reformas sociales», «Iglesia de los pobres» y «elogios a la Iglesia», la institución más criticada del país y la más atacada durante los tiempos duros de la dictadura.
"Errores de cálculo"
Es significativo que el general Golbery Cauto e Silva, una especie de superministro que aún en el nuevo curso de democratización ha sido uno de los más duros y más críticos con la Iglesia, haya hecho saber con cierta amargura que, el Gobierno no ha hecho bien sus cálculos antes de invitar aI Papa a visitar Brasil. Por su parte, la famosa economista Conceiçao Tavares, cerebro de la oposición de izquierdas tremendamente divivida después de catorce años de aislamiento, ha pedido a toda la oposición democrática que haga suyo el programa presentado por el Papa en el terreno social como «un programa mínimo capaz de unir a todas las fuerzas de oposición».Por lo que se refiere a la Iglesia, todos los principales líderes desde Arns a Heider Cámara y Lorscheider, han declarado abiertamente que se han quedado «más que contentos». Y es que el Papa, en el discurso a los obispos en Fortaleza modificado después de haber consultado con ellos, hizo una declaración clave: alabó a los obispos porque en el proceso de evangelización han introducido su «compromiso temporal a favor del hombre», defendiéndoles con estas palabras de la gran acusación que les hacía el régimen.
"Reformas radicales y valientes"
Si para los europeos, el programa de «reformas» presentado para Brasil puede parecer poco, los brasileños insisten que para ellos ha sido fundamental, sobre todo porque propuso «reformas radicales, urgentes y valientes». Es verdad que el Papa no ha apoyado ninguna de las tres grandes experiencias pasadas para sacar a Latinoamérica de su estado de miseria: la guerrilla de Che Guevara, el socialismo de Allende o la denuncia evangélica radical del obispo Romero, asesinado en El Salvador por los grupos de extrema derecha. De hecho, el Papa en todo el viaje no ha nombrado nunca a Romero. Y ha sido quizá esta la sombra más grande de su viaje. Pero hay quien asegura que, en conjunto, el programa presentado por el Papa para resolver los problemas de aquel país equivalen en realidad a un programa socialista, ya que sólo con un «socialismo humano» sería posible poner en práctica en el país la justicia social, las reformas profundas y las libertades democráticas que Juan Pablo II pidió. Los líderes más progresistas e incluso muchos misioneros empiezan a decir de hecho que el Papa ha condenado varias veces tanto el capitalismo como el socialismo científico y totalitario. Pero no ha ido más lejos. A la Iglesia la ha dejado libre de apoyar cualquier fuerza política.Una cosa es cierta: con el programa presentado en Brasil por el papa Wojtyla para toda Latinoamérica no hay puesto para tentaciones dictatoriales ni reaccionarias. La Iglesia estará sólo al lado de quienes mejor aseguren una sociedad «justa y libre»
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