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PAMPLONA: OCTAVA CORRIDA DE SANFERMINES

El toro no es asesino

Antioquía, el toro que causó las dos muertes en el encierro, era terciado, pero con trapío; serio, lustroso, tremendamente astifino. Un toro de una vez. Salió reluciente, pues le regaron en los corrales para limpiarle el asta, que tenía ensangrentada de pitón a cepa. Nada más saltar a la arena los mozos le gritaron «asesino, asesino», mientras le arrojaban hielo y fruta. Hombre, no. Nunca se puede llamar asesino a un toro. Su misión es embestir a quien se le ponga delante, y el que lo hace sabe cuánto se juega. El toro, en cambio, no sabe nada. El toro, si es de casta brava, acomete y derrota merced a un instinto que es de defensa, no asesino.Ocurre que un toro que ya ha hecho carne, al que han corrido los mozos, al que han coleado y quizá chaqueteado, suma esta experiencia al instinto y adquiere lo que en tauromaquia llamamos sentido. Los guardiolas, casta pura -en ocasiones también bravura-, exhibidos sin reserva en la corrida del domingo, nos pareció que acusaban este defecto. El Antioquía hizo una pelea brava con el caballo, en la muleta perdió recorrido y se ceñía. pese a lo cual José Antonio Campuzano lo pasó muy cerca por naturales y redondo.

Plaza de Pamplona

Octava corrida de sanfermines (domingo). Toros de Salvador Guardiola, muy bien presentados, aparatosamente astifinos, con casta y estilo.Manolo Cortés: pinchazo a paso de banderillas y bajonazo (bronca). Bajonazo (silencio). José Antonio Campuzano: estocada caída y dos descabellos (vuelta). Estocada trasera baja (petición y dos vueltas). Tomás Campuzano: estocada caída (silencio). Bajonazo (palmas).

Hubo guardiolas muy difíciles -Primero, tercero y sexto-, los cuales no tenían Fijeza, gazapeaban o claramente cortaban el viaje para irse al bulto, como el primero de Tomás Campuzano. Con tal género, este espada puso mucha voluntad e intentó sacar faena a toda costa, naturalmente sin conseguirlo. mientras Cortés le anduvo desconfiado y por la cara al que abrió plaza.

Corrigió esta lamentable actuación el torero de Gines en el cuarto, con un trasteo interesante, al que aportó la técnica adecuada. La manejabilidad del toro no era tanta que permitiera exquisiteces, pero Cortés impuso el sello y el aroma propios de la toreria. que indudablemente tiene.

En el quinto. claramente noble, José Antonio Campuzano lanceó bien a la verónica. quitó por gaoneras e hizo una bonita faena. La inició con estatuarios y molinetes, siguió en redondo y, con la izquierda, cuajó unos naturales de excelente factura. Ahí debió entrar a matar Campuzano, pero tenía hambre de triunfo y lo buscó prolongando el trasteo con nuevas insistencias del toreo bueno sobre ambas manos. La presiencia le denegó la oreja, solicitada por aclamación y bastante más merecida que las otorgadas en esta misma feria a Emilio Muñoz y Espartaco, pero el público hizo justicia con el torero sevillano y le obligó a dar dos clamorosas vueltas al ruedo.

Al iniciarse el festejo la corneta entonó el toque de oración en menioria de los mozos fallecidos en el encierro de la mañana, con el público puesto en pie, en impresionante silencio, y las cuadrillas descubiertas. Fueron minutos de emoclón intensa. A algunos de los hombres de plata se les saltaban las lágrimas y a todos se nos hacía un nudo en la garganta. Los sanfermines, una explosión de luz y de alegría, tienen también estas sombras de dolor y tragedia.

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