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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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A punto para la comprensión de lo árabe

Son estas líneas, sobre todo, fruto de una experiencia y directo contacto continuado con la realidad del mundo árabe a nivel oficial y a nivel particular. Intento, y creo haberlo logrado, ver este mundo relacional desde las dos orillas. Y lo primero que surge es una mentalidad árabe respecto a nosotros que, en cierta manera, es la nuestra hacia la América hispana. En términos de ecuación, lo español es para un árabe como lo hispanoamericano es para un español. ¿Pura retórica? En eso también la ecuación se asemeja.Yo diría que esa calificación de pura retórica suele ser un signo de «amateurismo» por parte de los que se inician en la diplomacia y que siempre lo arreglan todo diciendo que hay que dejarse de frases hueras y pasar a los hechos, sin darse cuenta de que esa retórica es el reflejo- de un patrimonio común histórico y que normalmente son ellos, los americanos y, en nuestro caso, los árabes los que están orgullosos de ese patrimonio. De acuerdo que quedarse sólo en eso puede ser retórica, pero como punto de arranque y de contacto inicial ya lo quisieran para sí muchísimos otros países que, conociendo la efectividad de la fórmula, se han inventado otras, como la Commonwealth o la Francofonía. Por el hecho de haber convivido y peleado durante 800 años, España tiene una posición de salida más ventajosa que nuestros competidores europeos. Hasta los italianos están desempolvando el pasado histórico árabe de Sicilia. Por algo será... Y además, son ellos quienes, en base a este pasado común, vitalmente se entienden mejor con nosotros, pues nos consideran en cierta manera integrantes en ese mundo y pasado brillantes, del que la nación árabe se siente orgullosa y que tuvo en España su momento estelar. Para ellos, España es un poco su mundo, y les hace perder algunos posibles complejos o reticencias, que pueden presentarse con otros países europeos. No sólo no es retórica, sino que, actualizado con eficaz elegancia, puede suponer considerables ventajas para los intereses de España en él terreno político, económico y cultural. Hagamos un somero repaso a estos aspectos.

Políticamente, nuestras relaciones son buenas; en algunos casos, excelentes, incluso con regímenes a veces tan peculiares como el de Libia. Y no me olvido del tema magrebí, en el que, a pesar de una fachada de problemas, hay una voluntad global del mundo árabe en que se llegue a una solución. Yo diría que en el tema marroquí prima el concepto vecindad sobre otra consideración, y todos sabemos que los países vecinos tienen una problemática a veces distorsionada por cuestiones domésticas.

En el terreno político, nuestra única cuestión, a veces delicada y potencialmente difícil, es el tema de Israel. La explicación, más emocíonal que racional, es que nosotros, los españoles, no podemos hacer «eso» al pueblo árabe hermano. Cuando uno les aprieta y les pregunta que por qué nosotros no y otros países europeos sí y qué ventajas nos supone nuestra incómoda postura, responden que a España la miden con un rasero distinto a otros países europeos, pues nos consideran distintos. En cuanto a posibles ventajas, ellos consideran que Espaiía mantiene esa actitud por una cuestión de principios, y que el mundo árabe siempre ha apoyado a España en el terreno de los principios. Si España da un paso a destiempo o descoordinado en el tema de reconocimiento de Israel, ellos lo considerarían como un «asunto personal»..., que es como toman las cosas importantes. Pero también admiten que la situación es anómala y que tiene que resolverse; yo diría que es una cuestión de encontrar el momento oportuno, el «timing» preciso.

Pero es en el terreno económico en el que nuestro pasado y nuestro presente deben tener una proyección más adecuada y resultados concretos. El mercado árabe, especialmente Arabia Saudí, Irak y los países del Golfo, es hoy día, sin duda, el más importante a nivel mundial, por las necesidades y por los recursos de que disponen. Pero también el más competitivo. El que paga y paga bien está en su derecho de exigir lo mejor. Las empresas españolas empiezan ahora a descubrir estos mercados y a hacer lo que están haciendo otros países: una presencia continuada sobre el terreno y un personal especializado. Que no se desanimen pronto nuestros empresarios: está calculado que la media prevista para obtener un buen contrato ronda los tres años de presencia y paciencia continuadas.

Estoy en disposición de afirmar que en muchos casos y en igualdad de condiciones podemos, en base a las consideraciones anteriores, inclinar a nuestro favor la decisión final en operadiones importantes. Contratos y proyectos entre 50 y 100.000 millones de pesetas los hay todos los días. A veces, lo que nos falla es la elasticidad de nuestras empresas para adaptarse a este mercado exigente, o a no conocer una psicología elemental del árabe comerciante, que lleva negociando y comerciando desde siempre, que es lo que le gusta, para lo que vive y para lo que se paga los mejores asesores.

Finalmente, en el terreno cultural, el árabe se siente depositario de un pasado común, traducido en edificios, monumentos, palacios, ruinas, etcétera. Medina Azahara, la Alhambra, mezquita de Córdoba..., por no citar más que tres perlas, interesan, asombran o incluso hacen llorar a los árabes que las visitan. Son conscientes de que pocas cosas parecidas, o tan bien conservadas, existen en sus propios países, y que estos monumentos son el reflejo de una pasada grandeza árabe. La colaboración que pueden prestar en la conservación de este patrimonio común la consideran muchos árabes como un deber moral, y me consta que hay ofertas de apoyo ¡limitado.

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Que la sociedad española, su mundo empresarial y comercial, se dé cuenta de este hecho. El Gobierno parece comprenderlo, y prueba de ello son los recientes viajes del presidente Suárez a la zona. Convendría insistir una vez más sobre un tema del que hay consciencia: no existe seguimiento ni remate en los temas iniciados o apuntados. El «follow up» que reclaman nuestras embajadas no acaba de tener el necesario eco ni apoyo en la Administración, que es quien debe continuar ese proceso que el viaje oficial no hace más que iniciar.

Como remate, habria que hacer constar el reconocimiento a la labor continuada y entusiasta del Rey, en muchas ocasiones poco conocida y callada, y su figura como valedor en estos países, con un prestigio que hay que verlo para creerlo, y además dispuesto siempre a apoyar la presencia española en este mundo. Como decía un colaborador y muy cercano amigo del Rey, la única pregunta que hace cuando se pide su apoyo es: «¿Es bueno para España?».

Ante este panorama, realmente esperanzador, es muy conveniente no perder de vista esta situación ventajosa en que estamos, y saberla sacar provecho en nuestras relaciones con un mundo árabe, con el que, por razones de todo tipo, tenemos que tratar y convivir diariamente.

Pablo Bravo Lozano pertenece al cuerpo diplomático español.

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