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Dos heridos graves, mal tiempo y la locura de Los Pecos

Los toros de Bohórquez dieron ayer el primer susto importante en los encierros sanfermineros. Tardaron casi siete minutos en llegar desde los corrales del Gas hasta la plaza de toros, y a lo largo del recorrido, al margen de las múltiples caídas, se registraron dos cogidas, una de ellas de importancia, en la plaza del Ayuntamiento y al comienzo del callejón. Y, para colmo de males, el tiempo se ha aliado en contra de los sanfermines y en las últimas horas no ha dejado de llover de forma intermitente.Ayer, al término del encierro, existía el convencimiento de que había habido un muerto junto a Teléfonos. Allí, un toro, que había hecho todo el recorrido solo, empitonó a un corredor, seccionándole la femoral. El herido, José María Jiménez Zubiri, sangraba de tal manera que los hombres de la Cruz floja, que le trasladaron hasta el Hospital de Navarra, eran conscientes de que trasladaban casi un cadáver. Por fortuna, la rapidez con que se efectuó la evacuación sirvió para salvar la vida de una persona. José María Jiménez fue intervenido quirúrgicamente durante dos horas al llegar al hospital y, sobre las doce del mediodía se le practicó una laparotomía. Tenía seccionadas la arteria y vena femoral. Su pronóstico es gravísimo, aunque se recupera con normalidad.

Los Bohórquez salieron tarde y mal de los corrales y ya en la misma cuesta de Santo Domingo se desenhebró la manada. El último toro, que se cayó al salir del corral, fue citado imprudentemente por un corredor y comenzó así su carrera en solitario. A la entrada de la plaza consistorial, este toro corneó en el muslo a José Ignacio Artola, también trasladado al Hospital de Navarra, y continuó su carrera dando sustos.

El momento más impresionante fue en la calle de la Estafeta, a la altura de Orbaiceta, cuando un mozo se cayó al suelo y fue embestido por el morlaco. El Bohórquez se cebó, lo empitonó, le dio cuatro o cinco revolcones con las astas, y más de uno pensaba que aquel corredor era ya hombre muerto. Hasta tal puntó se cebó el toro, que un espontáneo, comprendiendo la extrema gravedad de la situación, tuvo el valor de agarrar al toro por la cola y, a base de darle peligrosos tirones, consiguió que el toro dejara de embestir.

Los que de verdad causaron estragos ayer en Pamplona fueron los Pecos. Fue tal el follón que se organizó en el hotel Tres Reyes con su presencia, que los responsables del establecimiento llamaron al gobernador civil, Eduardo Ameijide, para pedirle que mandara a la policía para desalojar a las fans, que llevaban dos horas con los ascensores bloqueados.

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