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Carter promete 1.000 millones de dólares para el sector del automóvil

En viaje desde su ciudad natal de Plains, en el Estado de Georgia, a Tokio, donde participará en la celebración de los funerales en memoria del primer ministro, Masayoshi Ohira, el presidente de EE UU, Jimmy Carter, paró unas horas en la capital norteamericana del automóvil, Detroit, para entrevistarse con los principales responsables del deprimido sector del automóvil. Una promesa de ayuda financiera por valor de mil millones de dólares (unos 70.000 millones de pesetas), la propuesta a los japoneses de un acuerdo de «autolimitación» de exportaciones niponas de vehículos y la creación de una comisión internacional que analice los problemas del automóvil, fueron los tres resultados de la breve estancia de Carter en Detroit.«Es un buen primer paso», declaró Douglas Fraser, presidente del potente sindicato de trabajadores del automóvil, al término de la reunión con el presidente Carter y los directivos de las multinacionales norteamericanas del sector de la automoción". Para los dirigentes de General Motors, Ford y Chrysler, así como para los sindicatos, el núcleo de los «males» del mercado norteamericano del automóvil, reside en la competencia «brutal» de los fabricantes japoneses. La ayuda financiera de mil millones de dólares, a repartir entre fabricantes, distribuidores y zonas en clara recesión económica, a causa de la pérdida de empleos en el sector del automóvil, se considera «satisfactoria», pero «insuficiente».

Hay que frenar la «invasión» de automóviles japoneses y, en menor proporción, europeos, cuyos modelos compiten con los norteamericanos. Mientras las ventas made in USA se mantienen en niveles inferiores al 30% de promedio, en relación con el año anterior, las ventas de automóviles japoneses no dejan de progresar, gracias a la competitividad del precio, al menor gasto en gasolina y, en muchos casos, a la superioridad tecnológica respecto a sus competidores norteamericanos. Hace diez años los japoneses ocupaban el 3,8% de las ventas de automóviles en EE UU, en 1979 llegaban al 16,6% y hoy superan el 25%.

Entre tanto se multiplican los cierres de factorías norteamericanas de automóviles, en un país que cuenta con un total de ocho millones de parados (7,7% del total de la población activa).

La Administración Carter se opone a la subida de aranceles para reducir la entrada de vehículos extranjeros. Teme crear un precedente y dar argumentos a otros sectores económicos norteamericanos con dificultades, el siderúrgico y electrónico en particular, que también reclaman medidas proteccionistas ante la competencia de los productos japoneses y europeos en el mercado de EE UU. De ahí que la primera fase sea la concesión de un «balón de oxígeno» financiero, análogo al aval del Gobierno federal para préstamos bancarios destinados a la recuperación de la firma Chrysler.

La corta estancia de Carter en Detroit fue objeto de vivas criticas por parte de los líderes del partido republicano, reunidos en la capital del automóvil.

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