"Con las bombas que tiran..."
No nos hacemos tirabuzones, porque hoy ya no se llevan. Pero hay una cosa que pudiera desactivar los ingenios artificieros que amenazan a la pobreza de nuestro país andaluz: un frente verdaderamente común dentro de una actitud no violenta. Todos los pueblos han sido vencidos, no ya por la mayor potencia del pueblo superior que los oprime, sino por la fragilidad del pueblo atacado, que se ha dividido en su interior y que ha creído, ingenuamente, que podría disponer de una coraza paralela a la de su Goliat respectivo. Y digo esto porque cuando en nuestra Andalucía, sobre todo en esta Costa del Sol donde vivimos tantos andaluces (a pesar de ingleses, franceses, americanos y árabes), se vive la angustia de la bomba que va a estallar en cualquier rincón de nuestro ex paraíso, los protagonistas de nuestra política andaluza empiezan a discutir entre sí. En efecto, cuando, con motivo del referéndum pro autonomía, el presidente de la junta, Rafael Escuredo, realizó aquel gesto del ayuno voluntario. muchos lo despreciaron y lo despreciaron calificándolo despectiva mente de «puramente testimonial». Pero lo más sorprendente es que ahora, cuando los miembros del comité de otro partido andaluz, el PSA, han propuesto su decisión de entregarse como rehenes con tal de que se desactiven las bombas, el mismo Rafael Escuredo ha desautorizado este gesto, caracterizándolo, también despectivamente, de "testimonial".
Es muy triste que esto pase entre nosotros. Los que somos espectadores del fuego activo de la política andaluza no podemos menos de inquietarnos ante esta falta de unidad. Nosotros, en nuestro idioma, podemos decir, con rirna métrica, lo que no pueden los catalanes: «el pueblo unido jamás será vencido» (en catalán: «el poble unit mai no sera vençut»). Y, sin embargo, a pesar de la cojera de la rima, los catalanes se han unido por encima de todo, han tragado a sus «honorables" por muy indigestos que les fueran a algunos grupos políticos, han admitido en su «Parlament» representantes de partidos nacionalistas de otras zonas del Estado español, como es el caso de los del PSA.
¿Por qué los andaluces no vamos a ser lo mismo? ¿Por qué no nos acordamos de Blas Infante, que logró penetrar transversalmente todas las fuerzas motrices del pueblo andaluz, sin distinción de matices políticos.
Pero hay algo más. Se esgrime como adjetivo despectivo lo «testimonial». Parece que a la violencia mortífera de nuestros irracionales enemigos, nosotros deberíamos responder con la misma moneda. Lo «testimonial» seria poco: harían falta «balas» y «Gomas 2» made in Andalucía.
Esto es francamente triste, además de suicida. La violencia no se puede solucionar con otra violencia. Entraríamos en la mortífera espiral de la serpiente que se muerde la cola. Lo «testimonial» es lo que desarma al enemigo: el propio Rafael Escuredo nos dio una magnífica lección con su «testimonio» ayunador en pro de la autonomía andaluza. ¿O es que el «testimonio» vale cuando lo hago yo, pero no cuando lo realiza el «otro»?
En este caso, hemos entrado ya en la espiral de la violencia. La rivalidad fue el origen de la violencia según el mito bíblico: Caín tenía envidia de su hermano Abel, que, en definitiva, hacía lo mismo que él. No olvidemos que el cainismo se produce precisamente en ámbitos fraternales. ¡Y qué más quisieran los enemigos de nuestra resurrección andaluza el que nos devoráramos nosotros mismos y nos mordiéramos recíprocamente!
En una palabra, nuestra imaginación andaluza nos obliga a responder a las bombas que nos tiran los fanfarrones de turno, no con armas arrojadizas, sino con actos de solidaridad interna, con intentos de hacer cuajar un pueblo unido y prieto en sus heroicas decisiones.
Y todo ello sin que dejemos de creer que precisamente lo «testimonial» es la más eficaz contrabomba de que dispone el arsenal andaluz. Que se lo pregunten, si no, a indios y negros americanos.
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