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RELIGION

La lglesia católica reconoce el derecho a morir con "serenidad y dignidad"

Juan Arias

En un documento que acaba de hacer público la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio), la lglesia Católica reconoce el derecho a morir con «serenidad dignidad humana y cristiana» contra corrientes tecnicistas abusivas que pretenden conducir a un prolongamiento artifícial y costoso de una penosa vida. Esto equivale de hecho a una autorización a los médicos católicos para retirar instrumentos de prolongación de la vida, si bien se reitera la condena de la eutanasia, entendida como acción de «procurarse o hacerse procurar la muerte.

También aprueba la doctrina católica el empleo de nalgésicos contra una muerte con dolores «atroces» o «inhumanos», con todos Ios riesgos que esa pueda suponer, incluido el de la pérdida total de conciencia. La misma declración de la Iglesia, Iura et bona, limita el derecho de los, católicos a «ofrecer la propia vida» -suicidío- como un servicio a la gloria de Dios.El rechazo de una cura demasiado costosa no equivale al suicidio. Significa más bien «o simple aceptación de la condición humana, o deseo de evitar la puesta en práctica de un dispositivo médico desproporcionado a los resultados que se podrían esperar, o bien una voluntad de no imponer gastos excesivamente pesados a la familia o a la colectividad», afirma textualmente un importante documento de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio) publicado ayer con la explícita aprobación del papa Juan Pablo II.

El documento que condena la eutanasia ni:) en su concepto etimológico de muerte dulce sino más bien como «acción u omisión que por su naturaleza o en la intención, cavisa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor», ha sido preparado a petición de numerosas conferencias episcopales por una serie de expertos y de cardenales. Pero como declaró ayer el Vaticano «tanto en el estadio de preparación como en el final fueron consultados representantes del mundo de la salud y particularmente eminentes especialistas de Medicina». Como es costumbre de la Santa Sede no se citan los expertos consultados.

La Congregación para la Doctrina de la Fe afirma en este documento que en su conjunto es muy liberal, que es necesario «reafirmar con toda firmeza que nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante». Más aún «nadie puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confinados a su responsabilidad, ni puede consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo».

Tres casos para exponer la vida

Ofrecer o poner en peligro la propia vida, añade el documento, puede ser permitido sólo en tres casos concretos: por una causa superior como la gloria de Dios, la salvación de las almas, o el servicio a los hermanos. Es el suicidio que la Iglesia ha llamado siempre «ir hacia el martirio».

Pero dicho esto como afirmación de un principio que para la Iglesia será siempre irrenunciable, la parte más nueva y progresista del documento es cuando afirma y aprueba el «derecho a morir». Se trata de un derecho que no es el de «procurarse o hacerse procurar la muerte como se quiere», pero sí «el derecho de morir con toda serenidad, con. dignidad humana y cristiana», y ésto porque hoy día es «importante proteger, en el momento de la muerte, la dignidad de la persona humana y la concepción cristiana de la vida contra un tecnicismo que corre el riesgo de hacerse abusivo».

En un momento en el cuál la ciencia médica avanza cada día al enfermo no es lícito usar de los medios en experimentación «para dar ejemplo de generosidad para el bien de la humanidad». Pero es igualmente lícito «contentarse con los medios normales que la medicina puede ofrecer», o bien renunciar a los medios «extraordinarios » cuando «los resultados defrauden las esperanzas puestas en ellos».

Muerte "inevitable"

Ante la inminencia de una muerte «inevitable», que deberá ser juzgada tal por el médico, «es lícito renunciar a unos tratamientos que procurarían solamente una prolongación precaria y penosa de la existencia». Por esto, el médico, concluye el documento, «no tiene motivo de angustia como si no hubiera prestado asistencia a una persona en peligro».

¿Es lícito el uso de analgésicos para evitar muertes con dolores atroces? Recordando una respuesta de Pío XII a un grupo de médicos, el documento aprueba la administración de analgésicos «si no hay otros medios» ya que, añade, «en este caso está claro que la muerte no es querida o buscada de ningún modo, por más que se corra el riesgo: simplemente se intenta mitigar el dolor de manera eficaz usando a tal fin los analgésicos a disposición de la medicina».

Tiene en cuenta únicamente el documento pontificio el caso de medicinas que puedan quitar completamente la pérdida de conciencia del enfermo. En este caso hay que estar ínás atentos ya que «no es lícito, como afirmaba Pío XII, privar al moribundo de la propia conciencia sin grave motivo». El motivo grave es siempre un dolor que resulte intolerable e inhumano. De hecho, el documento afirma que aunque hay cristianos que para parecerse a Cristo pref-ieren morir sufriendo «no se puede imponer este heroísmo como ley general».

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