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LAS VENTAS

Cogida grave de El Regio y menos grave de Del Olmo

Los toros del domingo eran de corrida, no había más que verlos, y dos de ellos confirmaron este pronóstico, calando a Manuel del Olmo y a El Regio. Con mayor gravedad a este diestro, en quien la sangre manaba a chorro por el boquete de la herida. Raúl Aranda, a causa de los percances, hubo de matar cuatro toros y lo hizo con habilidad de buen profesional. Del Olmo y El Regio habían estado pundonorosos y, por supuesto, valentísimos.Un corridón de miedo, lo cual quiere decir, claro, que espantaba al más gallito. No eran toros grandes, y alguno, por su anatomía descolgada, cuello como degollado, cara pequeña, de morro estrecho y comicorta cabeza, equivocaba a los menos atentos. Hubo una Voz para el segundo de la tarde: «¿Dónde está el trapío de este toro, señores veterinarios?».

Plaza de Las Ventas

Toros de Javier Moreno de la Cova, con mucho respeto, peligrosos; el tercero, sobrero de Marín Marcos, con cuajo, se partió un cuerno. Raúl Aranda: media (silencio). Pinchazo y estocada caída (pitos). Tres pinchazos y bajonazo (silencio). Media muy baja (división de opiniones). El Regio: dos pinchazos, otro hondo caído y descabello (algunas palmas),- cogido en el quinto. Manuel del Olmo, que confirmó la alternativa: pinchazo, estocada corta y cuatro descabellos (palmej),- herido, pasó a la enfermería. Partes facultativos: Del Olmo sufre cornada en tercio superior posterior de un muslo, con trayectorias de quince y doce centímetros, respectivamente, que destrozan abductores y recto interno. Pronóstico menos grave. El Regio sufre cornada de veinte centímetros en cara interna tercio inferior muslo izquierdo, que destroza abductores y vasto interno con apertura del conducto de Hunter, contusionando el paquete vasculonervioso con arrancamiento de colateral. Contusiones en región superciliar y hemitórax, con fractura de reborde costal. Choque que precisa transfusión de seiscientos centímetros cúbicos de sangre. Pronóstico grave.

Sentimos discrepar. Había trapío en ese toro, aunque fuera -terciado. Toro de edad, de respeto, -rematado, aunque su estampa no ,guste, puede ser toro de trapío, y así ocurría con ese segundo. Todos, en realidad, tuvieron trapío. Lo que no tenían, en cambio, era nobleza ni, por supuesto, clase. La mayor parte no merecía otra cosa que trasteos de aliño. En cuanto saltaban a la arena ya estaban repartiendo leña. El primero se pudo llevar por delante a Del Olmo y en su lugar se llevó el capote enredado entre las astas. La embestida no mejoró nunca durante la lidia. Al último tercio llegó con sentido y olor a cloroformo, pese a lo cual el diestro de la alternativa lo fijó, clavó las zapatillas en la arena y se dispuso a torear en redondo. Al segundo pase, el toro lo levantó prendido en el asta. Con la cornada encima, conteniendo a duras penas el dolor, Del Olmo igualó, acabó con la res y se marchó por su pie a la enfermería. Todo un gesto de torero.

El quinto, cárdeno, alto, enmorrillado, meleno y cinqueño, tenía el sentido propio de los de su edad, acrecentado por un mal estilo congénito, que ya de salida le impulsaba a meter el hocico donde no le llamaban y a colarse con peligro. Con este regalito se quedó quieto El Regio tras los pases de tanteo, para embarcarle al natural, y la cogida fue inmediata. En la dramática pirueta en el aire, ya llevaba el muslo atravesado El Regio, y cuando lo recogieron las asistencias y la cuadrilla, la sangre brotaba de la herida como un surtidor.

Valiente sin trampa El Regio, que había perseguido toda la tarde un triunfo imposible. El tercero, sobrero de Marín Marcos, con cuajo y aparatosa cabeza, se rompió el cuerno izquierdo por la cepa al estrellarse contra el peto. Como es lógico, quedó descompuesto. El traumatismo le hacía derrotar de forma imprevisible. Un toro así descornado da verdadera lástima. Oíamos decir a un vecino de localidad: «Quien no lo ha pasado no sabe cuánto duele».

A ese toro bronco e incierto le toreó El Regio en redondo, con la quietud que pudo, y se lo echó por delante, muy ceñido, en el de pecho. El Regio venia a por todas, pero con aquel ganado el dilema era trastear sin contemplaciones o acabar en la enfermería. Optó por lo segundo, es evidente.

Raúl Aranda optó, en cambio, por lo primero, y no seremos nosotros quienes se lo reprochemos. Su primer toro, que no tenía ninguna clase, aún aceptaba unos cuantos derechazos, que Raúl le dio; mas los otros tres que hubo de matar desarrollaban sentido y tenían mucho peligro. Los macheteó con buena técnica y fue a cazarlos sin mayores miramientos. Era cuanto cabía hacer o lo dicho: la cornada. Pero de éstas tiene Raúl Aranda una notable colección, de muy malos recuerdos.

En la cuadrilla de Del Olmo iba el matador de toros Gregorio Lalanda, que se ha pasado al oficio de subalterno. Bregó bien y colocó dos buenos pares de banderillas. La afición contempló sus intervenciones con respeto y le aplaudió con cariño. La tarde era de modestos con vergüenza torera.

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