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Flamenco en la plaza de toros

El sábado pasado tuvo lugar en la Monumental de Las Ventas un recital de Paco de Lucía y de Lole y Manuel. Evidentemente, por la plaza se rumoreaban los sucesos del día anterior, cuando lo de Lou Reed acabó como el rosario de la aurora. Y, sin embargo, el escenario, protegido por una amplia lona y lleno de plantas naturales, ya indicaba que los andaluces iban a ir de suaves.

El público medio llenaba la plaza, por los altavoces se escuchaba rock ambiental y, de cuando en cuando, el aguerrido e insultante anuncio de unos dinámicos pantalones vaqueros. El presentador comenzaba diciendo que aquello no era conflictivo y que la canción se hace arte, algunos se cuelan y se comprueba que las últimas obras han dejado la plaza muy adecentada. En realidad, el ambiente resultaba un tanto prosaico, la heterogeneidad de público (familias, jóvenes de buenas familias, amantes del flamenco y otros jóvenes algo colocados) impedía una magia previa, el sentimiento comunitario de estar esperando la misma cosa.Pero ya desde la primera canción de Lole y Manuel se pudo comprobar cómo el arte puede penetrar cualquier ambiente, cómo la belleza puede ser admitida desde cualquier expectativa. Porque Lole cantó demasiado bien, con esa voz suya tomada que está llena de fuerza, que llega a todas partes cuando uno espera que se va a romper en cualquier momento. Y se rompe cuando ella quiere y las canciones se lo piden. Y también Manuel, guitarrista y director de una orquesta que consiste en una sola voz y que llenaba la plaza como un torrente. Muy bonito y sonando muy bien.

Tener algo que decir

Y luego, Paco de Lucía. Este hombre que comenzó solo y después se fue acompañando de guitarras, flauta, saxo, percusión, bajo y voz es sencillamente un portento. Dejado a su aire, tocando Falla o rumbas, haciendo cualquier cosa, la de Paco es una de las mejores músicas que puedan escucharse hoy en día. Le queda a uno siempre la sensación de que algunos músicos dominan tan de cabo su instrumento que ya todo consiste en que tengan algo que decir, que no existe el obstáculo de la técnica, que todo el arte se transmite íntegro a la gente. Pero es que, con independencia de lo que hiciera el mismo Paco, sus músicos estuvieron a la altura y consiguieron que un personal poco propicio aceptara con ovaciones las veleidades modernas del guitarrista. Una bonita noche y un concierto poco conflictivo. Se agradece.

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