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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La diplomacia del garbanzo

LA VISITA a España de Jorge Castañeda, ministro de Relaciones Exteriores de México, se ha producido pocas se manas después de la importante gira europea del presidente López Portillo y en la estela del aumento de in fluencia de esa República latinoamericana en el escenario internacional. Sin duda, sus grandes reservas de petróleo y su creciente participación en el mercado de crudos refuerzan la capacidad de iniciativa de México y proporcionan una sólida base material a sus exhortaciones para una responsabilidad mundialmente compartida en la extracción y el uso de los energéticos. En este sentido, las propuestas del señor López Portillo de relanzar el diálogo Norte-Sur poseen no sólo la autoridad moral de la doctrina de Benito Juárez de que el respeto al derecho ajeno es la paz, sino también el respaldo de su condición de exportador de crudos y de su estratégica posición en América Latina. La diplomacia mexicana ha sabido, por lo demás, manejar con extraordinaria inteligencia los datos irremovibles de la geopolítica. Para nuestra política exterior es una lección que un país con más de 3.000 kilómetros de frontera con Estados Unidos, cuya balanza comercial depende de forma decisiva de su poderoso vecino del Norte y que tiene imbricado su propio aparato productivo con las inversiones norteamericanas, sea capaz, sin embargo, de mantener una estrategia internacional tan independiente como las condiciones objetivas se lo per miten. Para nadie es un secreto que una de las llaves del tablero centroamericano está en manos de México, sin cuyo apoyo difícilmente Nicaragua se hubiera desembarazado de la dictadura de Somoza en julio de 1979. La política seguido por México hacia Cuba y su negativa a secundar el bloqueo norteamericano, y de la OEA de muestran igualmente que el río Bravo no es simplemente una frontera geográfica. Tal vez no les falte razón a quienes señalan que esa política exterior independiente y progresiva , que incluyó en el pasado el no reconocimiento del franquismo y en el presente la ruptura con Pinochet, sirve en ocasiones de coartada moral a condenables prácticas represivas y a un vaciamiento de, hecho de los derechos y libertades constitucionales. En cualquier caso, es innegable que la diplomacia mexicana sigue una lógica de Estado y mantiene unas invariantes de soberanía nacional por encima de los cambios presidenciales y de las coyunturas, virtud nada desdeñable y digna de estudio para otras políticas exteriores que oscilan entre el capricho y el zascandileo. La visita del canciller Castañeda, que no ha tenido la atención oficial que merecía, proporciona la oportunidad de reflexionar sobre las relaciones entre México y España. Conviene señalar, ante todo, que la política de crudos mexicana nos ha distinguido hasta el presente con una cuota de 220.000 barriles diarios, que cubre aproximadamente la quinta parte de nuestras necesidades y que representa también casi el 20% de las exportaciones mexicanas. En un mercado cada vez más enrarecido y difícil es de agradecer ese suministro. más de dos veces superior al que reciben Francia y Japón, pese a las contraprestaciones que estos países han ofrecido en otros terrenos. Se diría, sin embargo, que esa buena disposición de México hacia España no es siempre entendida en lo que merece y correspondida en lo que vale. La elogiable reorientación de nuestra,política latinoamericana tras el establecimiento del régimen democrático, fomentada por el Rey en sus giras por el continente y en su constante preocupacion personal por esos temas, no termina de despegar del terreno de las bellas palabras ni de desengancharse del lamentable estilo que impuso el hispanismo retórico de la posguerra. Falta esa mínima sensibilidad política y ese imprescindible tacto que confieren a una acción diplomática apresto y eficacia. Si se nos per mite una interrogante de política-ficción, ¿cuál sería la política gala hacia México en el caso de que este país, como consecuencia del afianzamiento en el trono de Maximillano, se hubiera convertido parcialmente en francófono? Permitiría Francia que un litigio menor sobre la importación de algunos miles de toneladas de garbanzos mexicanos deteriorara las relaciones con uno de sus principales suministradores de petróleo y su más importante cliente como importador de libros? Pues ese es el caso que sucede con nosotros.

El idioma, la cultura y una historia en parte común regalan a la política exterior española una oportunidad sencillamente excepcional para afianzar en México una influencia cuyas bases fueron establecidas por la emigración económica y el exilio republicano. Sin embargo, nuestras autoridades parecen inclinadas a hacer suyo el dicho de que se canta- sólo lo que se pierde. En un momento en que Europa nos entorna sus puertas y Francia amenaza con cerrárnoslas definitivamente sería una muestra de irresponsabilidad y de torpeza no seguir el camino abierto por el Rey en sus visitas a Latinoamérica y no hacer un esfuerzo para establecer o reforzar vinculaciones de todo tipo con los países de nuestro idioma. México tiene ofertas que hacer en el campo de la pesca, aunque el Ministerio de Transportes no las escuche y se obsesione con los caladeros africanos, y está interesado en recibir propuestas de cooperación tecnológica, formación profesional e intercambios culturales. Casi una cuarta parte de nuestras exportaciones a ese país son bienes culturales, y los programas de intercambio universitario y personal docente tienen un ilimitado porvenir. En cualquier caso, que nuestra acción cultural en Latinoamérica quede reducida a bodrios como el programa televisivo 300 millones o a reposiciones de espectáculos dignos del viejo Instituto de Cultura Hispánica es un bochorno nacional del que alguna vez tendrán que arrepentirse nuestros gobernantes y diplomáticos.

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