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Homenaje al pintor Orlando Pelayo en Oviedo

Se presentó un libro sobre la obra del artista de la Escuela de París

El pintor gijonés Orlando Pelayo ha sido protagonista en los últimos días de la presentación de un importante libro sobre su vida y su obra, escrito por Vicente Aguilera Cerni, con prólogo de Angel González y epílogo de Juan Cueto, y de la inauguración, en el Museo Provincial de Bellas Artes de Oviedo, de una exposición retrospectiva, no venal, de sus cuadros pintados entre 1931 y 1979.

Pelayo, actualmente uno de los máximos representantes de la Escuela Española de París, nació en Gijón en 1920. Diecinueve años más tarde, como consecuencia de la guerra civil española, llegó a las costas de Argelia, yendo a parar a un campo de concentración en Orán. Según Vicente Aguilera Cerni, algunos dibujos que han quedado de aquellos momentos son demostrativos de haber estado en contacto con las vanguardias españolas prebélicas, cuyo arranque simbólico puede situarse en la Exposición de Artistas Ibéricos de 1925. Cinco años después de su llegada a Francia, en 1959, descubrió el paisaje de Ardeche, que le supuso un reencuentro con España a través de una especie de tierras manchegas trasplantadas a Francia.Desde 1969 en adelante sus Historias de España «registraron», afirma Vicente Aguilera Cerni, «frecuentes incursiones emparentables con la denominada figuración narrativa, realizando con los mismos ingredientes lingüísticos una alucinante galería de personajes, hasta la exposición Conjeturas, de 1974, prolongación de las últimas series en las que las evoluciones deben ser buscadas mucho más allá».

Juan Cueto ha llegado a sentir la sombra de Pelayo frecuentando a Velázquez en el Museo del Prado, «mas no al modo tradicional, diacrónico», dice el escritor asturiano en el epílogo, «sino de endiablada manera sincrónica, como si en la soledad de su estudio cortesano el sevillano hubiera intuido las formas atormentadas y colores dramáticos del asturiano y las hubiera traducido al lenguaje de su tiempo». Cueto entiende que podemos ser «influidos» por el futuro. Así, Pelayo fue la secreta inspiración de Velázquez.

Para Angel González las afinidades entre Orlando Pelayo y Goya van mucho más allá de la coincidencia en algunos temas -la tauromaquia, por ejemplo- y en el gusto por el grabado, o de la reincidencia, por parte del pintor asturiano, en determinados colores y tonos sombríos. «Cuando Pelayo usa esos temas, esos procedimientos y esos colores» (todo ello fuertemente, aunque no esclusivamente, goyesco), está pintando, entre otras cosas, a la pintura. Goya hizo en ocasiones algo muy semejante».

Preguntado si se considera un pintor literario, Pelayo respondió: «Lo que ocurre es que a mí me gusta hablar de literatura y poesía mucho más que de pintura, puesto que ésta la hago y basta. Hay, por otra parte, esa vieja idea del pintor como un ser bastante primario y casi analfabeto, y para mi desgracia yo no lo soy. Si a esto se añade el que yo insista en decir que soy un pintor de historia, y el que me guste de cuando en cuando ilustrar algún texto literario de mi devoción, como, por otra parte, han hecho Picasso, Matisse, Bonnard y otros muchos grandes pintores, se puede tener la clave de ese sambenito que a veces me colocan de «pintor literario». Que mis colores, mis formas, mis luces o fulguraciones sumerjan al espectador en un ambiente de resonancias de historia, es otro cantar. Que en los títulos de la mayoría de mis cuadros haya un eco literario, ese es un lujo que me puedo permitir por mi esencial condición de pintor-pintor».

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